Capítulo 5. Una tormenta muy agridulce (parte 2)

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Odio.

Mucho odio.

Era lo único que podía sentir en ese momento.

Me odio a mi mismo.

Odio todo de mi.

En cuanto me acerque un poco a Roier todos los recuerdos de esos horribles años vinieron a mi como una cubetada de agua helada, me sentía despreciable, comencé a recordar todo lo que había hecho, el porque de muchas cosas y fue ahí donde entendí todo, no puedo sentir nada por nadie, antes lo había vivido con Carolina, de verdad llegué a amarla como a nadie, me juré a mi mismo nunca volver a sentir algo por alguien después de su muerte, y así a sido todo este tiempo.

Eso me dolió mucho, y el hecho de que a mi cuidado se había quedado un pequeño recién nacido, me destrozó, acababa de perder a mi esposa, la mujer con la que pase muchos años de mi vida, la única que me aceptó tal y como era, la única que no me veía de manera extraña después de "eso", si tan solo pudiera regresar el tiempo e impedir todo, lo haría, lo daría todo de mi.

Pero lamentablemente ahí me encontraba, con la respiración muy agitada y sosteniendo de las muñecas a mi vecino, su mirada me decía muchas cosas, entre ellas que tenia miedo, un sentimiento que odiaba que las personas me tuvieran.

- ¿Cellbit?, ¿Me estás escuchando?- Roier pareció muy confundido ante mi acción. Y la verdad yo en su lugar lo haría.

- Disculpa, disculpa, y-yo... no se que me paso- lo solté y me aleje unos cuantos pasos hacia atrás.

- ¿Estás bien?- había dejado el trapo con el que anteriormente me estaba quitando esas manchas de la cara.

- S-si, estoy bem- escuchamos como unos pasitos se acercaban a nosotros y volteamos a la vez.

- ¿Pai?, ¿está bem?- Richarlyson se me había acercado algo preocupado.

- Sim, tudo bem Richas, ya llevamos la cena- alcé mi vista hacia el mayor contrario que esta igual de curioso que su hijo- ¿Cierto Roier?- el mencionado asintió con la cabeza algo confundido- Bem, vayan a sentarse- los niños obedecieron.

Roier y yo nos pusimos a terminar de servir la cena sin decir nada más, supongo que para él ha de resultar un poco incómodo, porque para mi lo era, salimos de la cocina para dirigirnos a la sala, encontramos a los niños sentados en un mismo sillón tratando de decidir que película poner, dejamos los platos sobre la mesita de centro y me senté en el sillón individual al lado del televisor, alcancé a ver que Roier volvió a entrar a la cocina, saliendo con las tazas de café, me pare para ayudarlo ya que traía las 4, al momento de quitarle dos tazas su mano rozó con la mía, de inmediato mi mirada se conectó con la suya, provocando en él un pequeño sonrojo, me pareció muy tierno, le sonreí para indicarle que todo estaba bien, pude notar que se relajó, dejamos las tazas sobre la mesa y cada quien comenzó a comer, él por su parte se sentó con los niños, haciéndolos reír y diciendo puras incoherencias, algunas me hacían reír a mi también obteniendo la atención de ellos.

Al pasar las horas, la tormenta se hacía más intensa, haciendo tronar el cielo, los niños se habían quedado dormidos en el sillón, subí a la planta alta y saqué del armario de Richas una pequeña manta, bajé y encontré a Roier en la cocina haciendo lo que parecía lavar los trastes, me dirigí a la sala y tapé a los pequeños con la manta, después fui a la cocina y me apoyé en el marco de la puerta, observando muy atentamente la "curiosa" escena que tenía ante mis ojos, me crucé de brazos y sonreí un poco, tenía el trasero de Roier frente mío, en otras circunstancias me podría parecer desagradable, pero ahora, solo me causaba risa, digamos que últimamente estaba siendo demasiado bromista.

- ¿Qué haces?- no pude evitar reírme, Roier enseguida se incorporo y volteo a verme SUPER sonrojado, sin exagerar, pareció darse cuenta en la posición en que lo encontré, me carcajee hasta quedarme sin aire dándole un pequeño manotazo a el marco de la puerta.

Un amor confuso | Guapoduo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora