Mi vuelo salía a una hora totalmente inoportuna: 11:30 de la noche, básicamente la medianoche. Mi madre se ofreció a llevarme al aeropuerto, y una vez en Nueva York, un chofer estaría esperándome para llevarme directamente al campus de la universidad. Era un vuelo que no me entusiasmaba, pero la emoción de regresar a la universidad lo hacía llevadero.
—¡Kate! —gritó mamá desde el pie de la escalera—. ¡Tenemos que irnos o se nos hará tarde!
—¡Ya voy, mamá! —respondí mientras me ponía un pants cómodos para el viaje.
Con las maletas listas y mi atuendo de viaje puesto, bajé las escaleras con prisa. Mi llegada a Nueva York estaba prevista para las 5:30 de la mañana, y viajaría en el jet privado de mi mamá. Era un lujo, pero uno que me permitía descansar antes de llegar al bullicio de la ciudad que nunca duerme.
—Estoy lista —anuncié mientras intentaba ocultar la mezcla de cansancio y ansiedad que sentía.
Las cámaras de la producción del programa esperaban fuera de la casa, sus luces me deslumbraban y me molestaban un poco. Aunque era actriz y estaba acostumbrada a las cámaras, tener una detrás de mí las 24 horas del día podía ser agotador y a veces sacaba lo peor de mí.
—Al fin, Kathrina. Sube al auto —ordenó mamá con su tono siempre autoritario pero cariñoso.
Hice lo que me pidió, y algunos miembros del equipo de producción se apresuraron a ayudarme con las maletas. Cuando mamá subió al auto, comenzó su típico cuestionario maternal.
—¿Llevas todas tus cosas? —preguntó, con ese tono que indicaba preocupación.
—Sí, mamá.
—¿Dinero? ¿Tu cargador? ¿Teléfono? ¿Llaves?
—Sí, mamá, no soy tan descuidada como tus otras hijas, Kris.
—Eso es verdad —respondió con una sonrisa mientras el auto comenzaba a moverse hacia el aeropuerto.
De todas mis hermanas, yo era la única que seguía viviendo con mi mamá, y la verdad es que no me molestaba. Sólo estaba en Los Ángeles los fines de semana y en vacaciones. Aunque desearía quedarme en Nueva York todos los fines de semana, las cinco horas de vuelo cada semana lo hacían difícil. A pesar de las críticas por seguir viviendo con mi mamá, sabía que cuando me graduara buscaría una casa propia.
El trayecto hacia el aeropuerto estuvo lleno de una charla relajada con mamá. Era un momento raro en que podíamos hablar sin interrupciones, sin cámaras, sólo nosotras dos.
—Sabes, todas mis hijas son tan diferentes —comentó mamá de repente, como si estuviera reflexionando en voz alta.
—Sí, lo sé. Yo soy una de tus hijas —respondí con una sonrisa, intentando captar a dónde quería llegar.
—A lo que me refiero es que, desde que eras tan pequeña, siempre fuiste muy independiente. Tenías tu carácter, y a tu padre y a mí nos sorprendía y a la vez nos asustaba.
—¿Asustarse? —pregunté, con curiosidad.
—Pensamos que sería difícil cuando fueras adolescente. Siempre que tenías un problema, tú lo resolvías, y éramos los últimos en enterarnos. ¿Recuerdas tu primera audición?
—¿Esa en la que les dije que me llevaran a los estudios de Hollywood porque había conseguido una audición? —dije, riendo al recordar el momento.
—Sí, ese día nos dejaste impactados porque no necesitaste la ayuda de ninguno de nosotros para conseguir el papel. A veces siento que te dejamos sola por lo independiente que eres —dijo, con un tono que mezclaba orgullo y cierta preocupación.
—No te preocupes, mamá. Yo estoy bien —la tranquilicé, aunque sabía que ella siempre estaría preocupada por mí, como cualquier madre lo estaría.
Hubo un silencio incómodo por un momento, como si estuviera buscando las palabras para decir algo más.
—Kate, nunca pudimos hablar de lo de Brooke...
—Mamá, déjalo —la corté rápidamente, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a formarse en mi pecho.
—Pero, Kate...
—Ya llegamos, mamá —dije, aliviada al ver que el auto se detenía frente al jet privado.
Bajé del auto lo más rápido que pude, evitando la mirada de mamá. Sentía que un ataque de ansiedad estaba a punto de estallar si seguíamos con esa conversación. Me concentré en bajar mis maletas, observando cómo el jet estaba listo para despegar.
—Ya está todo, mamá.
—Bien, Kate. Nos vemos el viernes en la cena.
—Sí, mamá. Te quiero —le dije, dándole un rápido abrazo antes de subir las escaleras del avión.
Me puse los audífonos y me acomodé en un asiento, intentando dejar atrás la conversación que casi habíamos tenido. Cerré los ojos y dejé que la música me envolviera mientras esperaba que el avión despegara.
Cinco horas después, el avión estaba aterrizando en Nueva York. El cansancio se mezclaba con la emoción de estar de vuelta en la ciudad. Bajé del avión y, tal como estaba planeado, una camioneta estaba esperándome para llevarme al campus. Durante el trayecto, observé el amanecer a través de la ventana. Las luces de la ciudad se mezclaban con los primeros rayos de sol, creando un paisaje que siempre me dejaba sin aliento.
Cuando llegué al campus, apenas eran las 6:30 de la mañana. Aunque el vuelo había sido largo, me sentía sorprendentemente llena de energía. Bajé mis maletas y me dirigí a mi edificio. Al abrir la puerta del dormitorio, noté que Elle aún no había llegado, lo cual era extraño, ya que siempre era la primera en llegar y acomodar sus cosas.
—¿Dejo estas maletas por aquí, señorita? —preguntó el chofer, sacándome de mis pensamientos.
—Sí, ahí está bien. Gracias —respondí con una sonrisa, mientras él dejaba las maletas en el suelo.
—Entonces, me retiro.
—Muchas gracias —dije, cerrando la puerta después de él.
Elegí una habitación y comencé a acomodar mis cosas. Mientras organizaba mi ropa en el armario y colocaba mis libros en el escritorio, me di cuenta de lo silencioso que estaba todo. Era un silencio que me relajaba, pero también me hacía extrañar un poco el bullicio de mi familia.
Terminé de desempacar a eso de las 8 de la mañana. Justo cuando estaba pensando en qué hacer a continuación, mi teléfono vibró con un mensaje. Era de mi amigo Mike, invitándome a dar una vuelta por el campus. Sin dudarlo, acepté la invitación.
Me cambié rápidamente, optando por un atuendo casual pero cómodo. Mientras salía del dormitorio, sentí una mezcla de emoción y nostalgia. Estaba lista para comenzar este nuevo semestre, para enfrentar los desafíos que vendrían, y sobre todo, para disfrutar cada momento en esta ciudad que siempre me hacía sentir viva.
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La última Jenner
Teen FictionJamás me había detenido a pensar lo maravillosa que ha sido mi vida, todo lo que he logrado, los lugares que he conocido, a las personas que he conocido, todo esto es gratificante Esta es mi historia