Capítulo 18: Sospechas Cruzadas

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La cafetería estaba más animada de lo habitual. Las mesas llenas, el murmullo de conversaciones y el ruido constante de la cafetera llenaban el ambiente. A pesar del bullicio, mi mente estaba en otro lugar, atrapada en un torbellino de preguntas sin respuesta.

Mi mirada se clavó en Zahara, que paseaba con su aire arrogante entre las mesas, anotando comandas con su estilográfica de lujo. Mi mente se resistía a dejar pasar la idea: si alguien tenía razones para escribir esa carta, era ella.

Entre la rabia y la sospecha, mis pasos me llevaron directamente hacia ella. Ni siquiera pensé en cómo podría salir esto, pero ya no me importaba.

—¿Qué estás haciendo? —le espeté, parándome frente a ella.

Zahara levantó la mirada con una expresión de fastidio.

—Trabajando, a diferencia de ti —respondió con su típico tono condescendiente.

Me crucé de brazos, con el ceño fruncido.

—No te hagas la loca, Zahara. Sabes perfectamente de qué estoy hablando.

Ella me miró como si acabara de hablarle en un idioma extranjero.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que ya estoy cansada de tus juegos —repliqué, mi voz bajando para no atraer más miradas—. Si tienes algo que decir, dilo de una vez.

Zahara soltó una risa seca, obviamente irritada.

—Nisha, ¿estás delirando? No tengo idea de qué hablas.

Estaba a punto de responder cuando Lily se acercó rápidamente, interponiéndose entre nosotras.

—¡Basta ya, las dos! —exclamó, fulminándonos con la mirada—. Esto es una cafetería, no un ring de boxeo.

Intenté decir algo, pero Lily levantó una mano para callarme.

—No quiero saber qué pasó ni quién empezó. Las dos estáis actuando como niñas pequeñas. Así que os calláis y volvéis al trabajo.

Ambas nos miramos con desprecio antes de darnos la espalda.

El resto del turno transcurrió en silencio, aunque no dejaba de observar a Zahara de reojo. Mientras ella tomaba las comandas, me acerqué sigilosamente a una de las mesas que acababa de atender. Allí estaba el papel donde había anotado los pedidos. Lo cogí con cuidado, tratando de parecer casual.

La caligrafía era elegante, fluida, pero definitivamente no coincidía con la de la carta. Una mezcla de alivio y frustración me recorrió.

—¿Qué haces? —susurró Lily a mi lado, sobresaltándome.

Me giré rápidamente, escondiendo el papel detrás de mi espalda.

—Nada —mentí, aunque mi tono me delataba.

Lily entrecerró los ojos y susurró de nuevo:

—No entiendo por qué te comportas así con Zahara. ¿Es por lo que pasó la otra noche en la discoteca?

Suspiré, dándome cuenta de que no podía seguir evitando esta conversación.

—Hablamos después del turno, ¿vale? —murmuré a regañadientes.

Lily asintió, aunque seguía mirándome con desaprobación.

Cuando Zahara terminó su turno, se despidió de Lily con un aire exageradamente amistoso, pero ni siquiera me dirigió una mirada. Para cuando cerramos la cafetería, el ambiente estaba tenso. Lily y yo nos sentamos en una de las mesas, y ella no tardó en romper el silencio.

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