Capítulo 27: Lo que siempre calló

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Pensé que el día terminaría con esa calma forzada, pero cuando la noche cayó y el hospital se sumió en el silencio, Matt me llamó desde su cama.

—Nisha...

Me acerqué rápidamente, pensando que necesitaba algo.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Él asintió débilmente, pero su expresión era grave.

—Quiero contarte algo. Algo que he guardado durante mucho tiempo.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Matt, no tienes que decírmelo si no quieres.

—Sí, sí tengo que hacerlo —dijo, tomando mi mano—. Necesito que sepas la verdad antes de que sea demasiado tarde.

Tragué saliva, esperando lo peor.

—Fui yo quien contrató a los cazadores, Nisha. Fui yo quién provocó ese incidente aquel trágico día.

Sus palabras me golpearon como un trueno. Mi mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar, pero cada parte de mi cuerpo se negaba a aceptarlo.

—¿Qué...? —susurré, incapaz de formar una frase completa.

—Lo hice para intentar recuperar a tu madre. Nunca quise que terminara así. Nunca quise lastimarte.

—¿Recuperar a mi madre? —repetí, con la voz temblando.

Matt cerró los ojos, una lágrima cayendo por su mejilla.

—Elena... tu madre. Ella era mi hija. Y yo soy tu abuelo, Nisha.

Mi mundo se tambaleó. Retrocedí un paso, sintiendo cómo mi pecho se llenaba de una mezcla de rabia, tristeza y confusión.

—¿Por qué me hiciste esto? —dije, con la voz quebrándose.

Matt no respondió de inmediato. Finalmente, susurró:

—Porque era un hombre roto. Y mi egoísmo nos destruyó a todos.

Mi pecho subía y bajaba con fuerza, intentando contener las lágrimas que luchaban por salir. Todo lo que acababa de escuchar me había destrozado por dentro, pero antes de que pudiera decir algo, Matt volvió a hablar, su voz quebrada por la emoción.

—Nisha... —comenzó, tomando aire con dificultad—. Sé que lo que hice es imperdonable. Cada día desde entonces he vivido con el peso de esa culpa, con el dolor de saber que te arrebaté a tus padres, a mi propia hija.

Su mirada se clavó en mí, y vi algo que no había visto antes: miedo.

—Pero también sé que, de alguna manera, la vida me dio otra oportunidad contigo. —Una lágrima resbaló por su mejilla, y su voz se volvió aún más débil—. Nunca he dejado de quererte, Nisha. Desde el día en que te encontré, me prometí que haría todo lo posible por darte una vida mejor, aunque sabía que nada podría compensar lo que te arrebaté.

Quise responder, pero las palabras se atascaban en mi garganta.

—Quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en esta vida. A pesar de mis errores, a pesar de todo, te quiero más de lo que jamás podré expresar. Espero que algún día puedas encontrar en tu corazón la fuerza para perdonarme, aunque sé que no lo merezco.

El peso de sus palabras se sentía como un yunque en mi pecho. Matt me miraba con una mezcla de tristeza y amor, esperando una respuesta que no sabía si podía darle.

—No puedo prometerte nada, Matt —dije finalmente, mi voz temblando—. Ahora mismo me siento... rota. Todo esto es demasiado. Necesito tiempo. Necesito... estar sola.

Los ojos de Matt se llenaron de lágrimas, pero asintió lentamente.

—Tómate el tiempo que necesites, Nisha. Y recuerda que, pase lo que pase, siempre estaré contigo.

No respondí. Me alejé lentamente, sintiendo que cada paso hacia la puerta era una batalla interna. Cuando llegué al umbral, me detuve por un momento, sin girarme.

—Adiós, Matt.

Y con esas palabras, salí de la habitación, dejando atrás a un hombre que había sido mucho más que un abuelo, pero también el responsable del dolor que había marcado mi vida.

La fría noche me envolvió al salir del hospital. El aire golpeaba mi rostro, pero no lograba calmar el torbellino de emociones que me consumía. Caminé sin rumbo fijo, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

Finalmente, me detuve en un lugar apartado, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Me sentía perdida, traicionada, pero también profundamente triste por Matt. Sus palabras seguían resonando en mi mente, mezclándose con el eco de mis propios pensamientos.

Aún no sabía cómo enfrentaría lo que venía, pero lo único que tenía claro era que necesitaba tiempo. Tiempo para sanar, para pensar, y quizás, para perdonar.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora