Capítulo 24: Días contados

0 0 0
                                    

La mañana llegó con un aire gélido que se colaba por las ventanas de la casa de Matt. Me desperté en el sofá, envuelta en una manta que él había colocado sobre mí la noche anterior. Me estiré, sintiendo cómo cada músculo protestaba, y me levanté lentamente. El silencio de la casa era denso, pero no incómodo. Sabía que Matt estaba despierto; siempre lo estaba antes que yo.

Lo encontré junto a la ventana, sentado en su sillón favorito. Tenía una taza en las manos, y su mirada estaba fija en el jardín cubierto de escarcha. Su silueta, siempre robusta y llena de energía, ahora parecía más delgada, como si el peso de su enfermedad estuviera llevándoselo poco a poco.

—¿No has dormido? —pregunté, acercándome mientras me frotaba los brazos para entrar en calor.

—Un poco —respondió, sin apartar la vista de las ramas desnudas de los árboles—. ¿Tú?

—Lo suficiente.

Me senté en el borde de la silla frente a él, abrazándome las rodillas. Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada. El silencio se llenó con el sonido del viento golpeando las ventanas y el crujir de las ramas afuera.

Finalmente, Matt rompió el silencio.

—Sabes, pequeña, hay cosas en la vida que no podemos controlar —dijo, con un tono tranquilo pero cargado de significado—. Pero lo que sí podemos controlar es cómo decidimos enfrentarlas.

—¿Y cómo estás enfrentándote tú a esto? —pregunté, mirándolo directamente.

Matt me miró con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Con una nieta increíble que no se rinde.

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero las contuve. No quería que me viera llorar. No después de todo lo que ya estaba enfrentando.

—No quiero que sigas enfrentándote a esto solo, Matt —dije, con un nudo en la garganta—. Tienes que dejar que alguien te ayude.

Él suspiró, apartando la vista.

—Nisha, he estado solo durante tanto tiempo que aprender a aceptar ayuda no es algo fácil. Pero no pienses ni por un segundo que no aprecio lo que haces por mí.

Me acerqué y apoyé una mano en su brazo.

—No quiero que lo hagas por mí. Hazlo por ti.

Matt no respondió de inmediato. Bebió un sorbo de su té y dejó que el silencio llenara la habitación de nuevo.

Decidí que necesitábamos algo más reconfortante que el té para empezar el día. Me levanté y fui a la cocina, revisando los estantes y el frigorífico. Matt no era exactamente alguien que se preocupara mucho por la comida, así que el surtido era limitado, pero conseguí juntar los ingredientes suficientes para hacer unos huevos revueltos y tostadas.

Cuando volví al salón con los platos, Matt sonrió levemente.

—¿Así que también tienes talento para la cocina?

—No es un talento. Es supervivencia —respondí, colocando el plato frente a él—. Y viendo cómo tienes los estantes, creo que necesitarás más de eso.

Matt tomó un bocado y dejó escapar un sonido de satisfacción exagerada, obviamente para hacerme reír.

—Está delicioso. Deberías abrir un restaurante.

Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír.

—No sé si abriría un restaurante, pero quizás debería encargarme de tus compras. A este paso, vas a sobrevivir solo a base de té y galletas.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora