Capítulo 34: Bajo la Lluvia

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Los días en la cafetería habían cambiado ligeramente desde que Zahara dejó de aparecer. Lily había contratado a Teht para ocupar su puesto, una decisión que parecía haber traído más que eficiencia al equipo. No tardé en darme cuenta de que algo entre ellos estaba cambiando.

Lily sonreía más cuando Teht estaba cerca, y aunque él seguía siendo tan reservado como siempre, había una suavidad en su comportamiento hacia ella que no había visto antes. Cuando los veía juntos, sentía una chispa de algo que no había experimentado en mucho tiempo: esperanza.

Me alegraba por ellos, aunque no lo dijera en voz alta. Si alguien merecía un poco de felicidad, era Lily.

Una tarde, mientras estaba en mi cama hechada, recibí un mensaje de mi amiga:

Lily: "¿Podemos pasar Teht y yo por tu casa esta noche? Queremos hablar contigo."

No me dio muchos detalles, pero acepté. No era común que Lily me pidiera algo así, así que supuse que era importante.

Horas más tarde, los dos estaban en mi salón. Teht se veía incómodo, como si no estuviera acostumbrado a este tipo de reuniones, pero Lily parecía tranquila, casi decidida.

—¿De qué queréis hablar? —pregunté, cruzándome de brazos mientras los observaba.

Lily no respondió de inmediato. En lugar de eso, miró a Teht, dándole una pequeña señal con la cabeza.

—Teht tiene algo importante que decirte —dijo finalmente.

Mi atención se volvió hacia él, esperando.

Teht respiró hondo antes de empezar.

—Es sobre Azkel —dijo, su voz más suave de lo habitual—. Lo vi hace un par de días, y... nunca lo había visto así.

Me tensé, pero no dije nada.

—Está mal, Nisha. La culpa lo está consumiendo. Dice que no puede dejar de pensar en cómo arruinó todo contigo. Pero eso no es lo único. —Teht hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas—. Ha estado reviviendo algo que pasó hace mucho tiempo. Algo que lo marcó, y que tiene que ver con la situación entre vosotros ahora.

No supe qué decir. Las palabras de Teht me golpearon como una ola inesperada.

—No te estoy pidiendo que lo perdones —continuó—, pero creo que deberías escucharlo. Nisha, tú... tú lograste algo que nadie había conseguido en mucho tiempo. Le devolviste el brillo en los ojos. La sonrisa.

Mi corazón latía con fuerza, pero mi mente seguía tratando de procesar todo.

—De verdad quiero lo mejor para los dos —concluyó.

La habitación quedó en silencio. Me sentí atrapada entre el orgullo y una oleada de emociones que no sabía cómo manejar.

Lily fue la primera en hablar después de unos minutos.

—Y, Nisha, aprovechando cuando hables con él... deberías contarle todo sobre ti. No solo lo que él necesita escuchar, sino lo que tú necesitas decir.

Mis ojos se encontraron con los suyos, y su expresión era seria, pero llena de calidez.

—No puedes seguir cargando con todo esto sola. Tienes que abrirte, emocionalmente, los dos. Resolver vuestras diferencias. Quiero que todos volvamos a estar bien. Y quiero que tú empieces a sanar todo el dolor que llevas dentro. Sé que lo de tu abuelo sigue contigo, aunque nunca lo digas.

Sus palabras fueron como una llave que abrió algo dentro de mí. Tenía razón, aunque me costara admitirlo. No podía seguir guardándolo todo.

Me quedé en silencio, dejando que la conversación se asentara en mi mente. Finalmente, respiré hondo y asentí.

—¿Dónde está Azkel ahora? —pregunté.

—En su casa no está —dijo Teht—. Lo he comprobado antes de venir.

Miré el reloj. Eran las 23:00. Entonces lo supe.

—Sé dónde encontrarlo.

Lily me miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Vas a hablar con él ahora? Está lloviendo.

Los miré a los dos y simplemente dije:

—No importa la lluvia. Ahora me importa él.

Cuando salimos del edificio, la lluvia caía con fuerza. Las calles estaban vacías, y el aire frío se colaba por cada rincón de mi ropa. Teht se ofreció a acompañar a Lily a casa, dejándome sola para enfrentar lo que venía.

Caminé rápido, casi corriendo, con el sonido de la lluvia como única compañía. Sabía exactamente dónde estaría Azkel.

No sabía qué iba a decirle. No sabía si podía perdonarlo. Pero sabía que esta vez, no podía seguir evitándolo.

Mientras la lluvia empapaba mi cabello y mi ropa, sentí una extraña calma. No importaba el frío, ni la incomodidad. Esta vez, estaba decidida a enfrentar lo que fuera necesario.

No para él, sino para los dos.

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