Azkel
Desde aquella noche en la cafetería, he estado caminando como en piloto automático. Puedo decirme a mí mismo que lo que hice era necesario, que Nisha tenía que escuchar esas palabras, pero en el fondo sé que no lo manejé bien. La rabia y la frustración me llevaron a hablar sin pensar, y ahora no puedo retroceder.
Lo peor de todo es que esa sensación no es nueva para mí. Es como si estuviera repitiendo un viejo error, uno que nunca supe cómo corregir.
Siempre regreso a Ela.
No he hablado de ella en años, aunque de vez en cuando, saco espontáneamente el tema con Teht, mi amigo más cercano. Pero para el resto del mundo, Ela es solo un nombre que quedó atrás, alguien que desapareció sin dejar rastro. Pero para mí, es la espina que nunca he podido sacar de mi pecho.
Cuando pienso en ella, recuerdo su forma de reírse como si estuviera burlándose de todo. Era una risa que usaba para ocultar lo que realmente sentía, y lo hacía tan bien que incluso yo, que pasé años a su lado, no lo entendí hasta que fue demasiado tarde.
Había señales, claro. Había días en los que Ela parecía distante, perdida en sus propios pensamientos, y aunque yo intentaba acercarme, nunca encontraba las palabras adecuadas.
—Estoy bien, Azkel. No te preocupes —me decía siempre, con esa sonrisa que ahora detesto recordar.
Ella no estaba bien. Nunca lo estuvo, pero yo no supe cómo verlo. Y cuando desapareció, me quedé con las manos vacías, incapaz de entender por qué no hice más, por qué no insistí.
Desde entonces, he vivido con el peso de esa pregunta: ¿podría haberla salvado?
Ahora, años después, miro a Nisha y siento que la historia se repite. Ella tiene esa misma mirada, ese mismo muro invisible que la separa del resto del mundo. Es como si hubiera construido una fortaleza para protegerse, pero también para mantener a todos fuera. Y aunque intento acercarme, siento que cada vez me alejo más.
Quizás por eso dije lo que dije aquella noche.
No fue planeado. Las palabras simplemente salieron, impulsadas por una mezcla de rabia, impotencia y miedo. Sé que no debí hacerlo frente a Lily y Teht, pero en ese momento no me importaba. Necesitaba que Nisha entendiera lo que estaba haciendo, aunque ahora me doy cuenta de que fui un imbécil al exponerla así.
Desde entonces, no me habla. Y aunque intento actuar como si no me afectara, la verdad es que no dejo de pensar en ella.
He estado pasando más tiempo con Teht, intentando distraerme. Su forma directa y su humor único son un alivio en medio del caos que siento por dentro. Sin embargo, incluso él ha empezado a notar que algo anda mal.
—¿Por qué no la dejas en paz? —me preguntó una tarde, mientras caminábamos hacia la cafetería.
—No es tan simple, Teht.
—Claro que lo es. Si no quiere tu ayuda, déjala. No puedes obligar a alguien a que se deje salvar.
Quise responder, pero sus palabras me dejaron pensando. ¿Era eso lo que estaba haciendo? ¿Intentar forzar a Nisha a que aceptara algo que no pedía?
Pero entonces recuerdo a Ela, y ese pensamiento desaparece. No puedo dejar que pase lo mismo otra vez. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras alguien que me importa se pierde en su propia oscuridad.
—No es solo eso —dije finalmente—. Nisha necesita alguien que esté ahí para ella, incluso si no lo admite.
Teht me miró de reojo, como si estuviera analizando cada palabra.
—¿Y estás seguro de que lo haces por ella? ¿O lo haces por ti mismo?
Sus palabras me golpearon como un puñetazo.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, intentando mantener la calma.
—Lo que digo es que a veces intentamos arreglar a los demás porque no podemos arreglarnos a nosotros mismos. Tal vez estás intentando compensar algo que no pudiste hacer antes.
No respondí. No porque no tuviera nada que decir, sino porque sabía que tenía razón.
Esa noche, al llegar a casa, no pude evitar pensar en lo que dijo Teht. Tal vez tenía razón. Tal vez estaba usando a Nisha como una forma de redimirme por lo que pasó con Ela. Pero incluso si ese era el caso, ¿acaso no valía la pena intentarlo?
Me dejé caer en el sofá, mirando el techo mientras los recuerdos de Ela y los momentos recientes con Nisha se mezclaban en mi cabeza. Me imaginé a Nisha alejándose, construyendo muros cada vez más altos hasta que nadie pudiera alcanzarla. Y me imaginé a mí mismo quedándome quieto, dejándola ir, como hice con Ela.
El pensamiento me aterrorizó.
Sé que estoy haciendo las cosas mal. Sé que mi forma de actuar solo ha empeorado las cosas. Pero no puedo rendirme. No puedo permitir que Nisha termine como Ela.
Al día siguiente, Lily intentó hablar conmigo.
—Azkel, no puedes seguir así —dijo, cruzándose de brazos frente a mí.
—¿Qué quieres que haga, Lily? —respondí, sintiéndome cada vez más frustrado—. ¿Que simplemente la deje en paz? ¿Que finja que no me importa?
—No te estoy diciendo que finjas nada. Pero si realmente te importa, necesitas encontrar otra forma de ayudarla. Esto no se trata de ti, ni de lo que sientes. Se trata de lo que ella necesita.
Las palabras de Lily me dejaron en silencio. Sabía que tenía razón, pero no sabía cómo hacerlo.
Pasé el resto del día pensando en lo que podía hacer. Por más que intentara encontrar una respuesta, todo volvía a lo mismo: tenía que hablar con Nisha. Tenía que arreglar las cosas, pero no sabía cómo.
Esa noche, mientras caminaba por el parque, recordé a Ela. Recordé su risa, sus palabras, la forma en que siempre decía que estaba bien cuando no lo estaba. Y entonces pensé en Nisha, en cómo me había mirado esa noche en la cafetería, con una mezcla de dolor y enojo.
No puedo cambiar lo que pasó con Ela. Pero tal vez, solo tal vez, puedo hacer algo diferente con Nisha.
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Entre dos Mundos
Teen FictionNisha es una joven huérfana con un secreto extraordinario: puede desplegar unas majestuosas alas a voluntad. En una bulliciosa ciudad que nunca se detiene, vive una existencia errante, sin hogar ni familia, ocultando cuidadosamente su don para evita...