Capítulo 22: Pequeñas fisuras

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Pasaron las semanas, y los días parecían volverse más cortos, y las noches, interminables. 

Matt llevaba semanas quejándose de una tos persistente, pero cada vez que le sugería ir al médico, él sonreía con esa calma suya que empezaba a resultarme irritante.

—Es solo un catarro, Nisha —decía, mientras se servía una taza de té caliente y escondía un pañuelo manchado de sangre en el bolsillo.

Yo no era tonta. Sabía que no estaba bien, pero Matt era experto en evitar conversaciones que no quería tener. Su tozudez me frustraba y, al mismo tiempo, me preocupaba profundamente.

—Matt, no puedes seguir ignorando esto —le dije una tarde mientras lo ayudaba a ordenar su librería. Sus manos temblaban ligeramente al colocar un libro en el estante, pero él seguía actuando como si no pasara nada.

—He ignorado cosas peores, pequeña —respondió, con una sonrisa suave pero cansada.

—Eso no lo hace mejor.

Él se giró hacia mí y apoyó una mano en mi hombro. Sus ojos, siempre llenos de calidez, ahora parecían más apagados, como si el brillo estuviera desvaneciéndose lentamente.

—Estoy bien, Nisha. No te preocupes por mí.

Pero me preocupaba. Cada vez que lo veía toser, cada vez que lo escuchaba respirar con dificultad, sentía que algo dentro de mí se desgarraba un poco más.

Una noche, después de cerrar la cafetería, decidí quedarme en su casa. No podía quitarme de la cabeza la imagen de Matt solo, luchando con lo que fuera que tenía.

—¿Te vas a instalar aquí ahora? —bromeó cuando vio que traía una bolsa con algo de ropa.

—No me tientes, Matt. Podría hacerlo —respondí, colocando la bolsa en el sofá.

—No tienes que preocuparte tanto, ¿sabes? He vivido mucho tiempo solo, y lo he hecho bastante bien.

—Sí, claro. Y mírate ahora. Pareces un personaje sacado de una novela victoriana, tosiendo sangre en el pañuelo.

Él soltó una risa, aunque terminó en un ataque de tos que me hizo acercarme rápidamente.

—¿Ves? Esto es lo que quiero evitar. Si estuviera aquí todo el tiempo, podría cuidarte mejor.

Matt me miró con ternura y negó con la cabeza.

—Eres demasiado buena, Nisha. Pero no puedes arreglar todo.

A pesar de sus palabras, terminé pasando la noche allí. Preparé sopa para ambos, ordené la casa un poco y le ayudé a organizar algunos papeles viejos que llevaba semanas diciendo que revisaría.

Dormí en el sofá esa noche, escuchando el sonido de su respiración entrecortada desde su habitación. Era un recordatorio constante de que, por mucho que quisiera ayudarlo, había cosas que estaban fuera de mi control.

Al día siguiente, Lily apareció en la puerta de Matt con una bolsa llena de comida y su eterna sonrisa de apoyo.

—Hola, Matt. Hola, Nisha —dijo, entrando sin esperar invitación—. Pensé que necesitaríais un poco de ayuda.

Matt parecía sorprendido pero agradecido.

—Gracias, Lily. Pero no hacía falta que vinieras. Nisha ya está ocupándose de todo.

—¿Ah, sí? —respondió Lily, lanzándome una mirada burlona—. ¿Y tú estás cooperando o sigues siendo un cabezota?

Matt soltó una carcajada, que rápidamente se convirtió en tos. Lily frunció el ceño, mirándome.

—¿De verdad no quiere ir al médico?

—Ni siquiera quiere mencionarlo —respondí, cruzándome de brazos.

—Estoy bien, chicas. En serio —interrumpió Matt, levantando las manos en señal de rendición—. Y no necesito un ejército de mujeres diciéndome lo que tengo que hacer.

Lily rodó los ojos, pero no insistió. En lugar de eso, se puso a organizar la cocina, limpiando y guardando los alimentos que había traído.

—Es bueno que tengas a Nisha cuidándote —comentó Lily mientras trabajaba—. Aunque dudo que puedas librarte de ella ahora.

Matt me lanzó una mirada divertida, y yo simplemente negué con la cabeza.

—No pienso irme —le dije, medio en broma, medio en serio.

—Eres una terca, igual que tu madre —respondió, con una sonrisa leve en su rostro.

Esa noche, mientras Matt dormía, mi teléfono vibró con un mensaje de Azkel. Era breve, como siempre, pero su tono se mantenía constante.

Azkel: ¿Cómo va todo con tu abuelo?

"Abuelo" hasta sonaba irreal ese apodo. Suspiré y le respondí rápidamente.

Yo: Igual. Testarudo como siempre.

No hubo respuesta inmediata, pero no la esperaba. Sabía que Azkel solo quería asegurarse de que estaba bien.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora