Capítulo 31: Grietas en el Vínculo

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La rutina que Lily y Azkel habían creado para mí estaba funcionando mejor de lo que imaginaba. Las salidas, las bromas y la compañía constante me habían ayudado a encontrar algo parecido a la normalidad. Incluso había empezado a confiar más en ellos, lo suficiente como para compartir algunos detalles sobre mi vida, aunque nunca lo suficiente como para revelar mi mayor secreto.

Sin embargo, entre toda esa calma aparente, comencé a notar pequeños cambios en Azkel. Era algo sutil al principio: se mostraba más callado, como si tuviera algo en mente, y sus bromas habituales parecían forzadas. Lily también lo notó, aunque no dijo nada al respecto.

Fue una noche en la cafetería cuando todo comenzó a tomar forma. Estábamos los cuatro —Lily, Teht, Azkel y yo— reunidos después de cerrar el local. Lily había insistido en preparar una especie de trivial improvisado, algo para relajarnos después de un día pesado.

—Vale, siguiente pregunta —dijo Lily, apuntándonos con una cuchara de madera como si fuera un micrófono—. ¿Cuál es el peor hábito de cada uno aquí? Y antes de que protesten, esto es solo para reírnos. Nada de dramas.

Teht fue el primero en hablar, con una sonrisa de lado.

—El de Lily es fácil. Su manía de corregir todo lo que hacemos dentro o fuera de la cafetería.

Ella puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar reír.

—Vaya, qué diplomático. Ahora tú, Azkel.

Azkel se encogió de hombros y respondió sin titubear:

—Lo de Nisha. Su tendencia a empujar a la gente lejos cuando más la necesita.

El comentario cayó como un jarro de agua fría. Todos se quedaron en silencio, incluido Teht, que dejó de sonreír. Miré a Azkel, intentando procesar lo que acababa de decir.

—¿Perdón? —pregunté, mi voz cargada de incredulidad.

Él no retrocedió. De hecho, mantuvo la mirada fija en mí.

—Lo digo en serio. Siempre estás ahí para los demás, pero en cuanto alguien intenta acercarse a ti, lo bloqueas. Es frustrante.

Lily intentó suavizar la situación.

—Eh, esto se supone que era para divertirnos, no para...

—No, déjalo —lo interrumpí, levantándome de mi asiento. Sentí cómo la incomodidad se convertía en ira—. ¿De dónde sacas eso, Azkel?

—¿En serio no lo ves? —respondió, cruzando los brazos—. Mira cómo actúas. Cuando alguien te pregunta cómo estás, sonríes como si todo estuviera bien, pero no dices nada real. Y cuando finalmente decides abrirte, actúas como si fuera un favor que nos haces.

Sus palabras eran como pequeñas dagas, cada una clavándose un poco más profundo. Sabía que no estaba del todo equivocado, pero su forma de decirlo, tan pública y directa, era insoportable.

—Si tan frustrante soy, ¿por qué sigues aquí? —solté, sin medir mis palabras.

Azkel abrió la boca para responder, pero Lily se interpuso.

—¡Basta! —exclamó, alzando las manos—. Esto no está ayudando a nadie.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Me levanté de la mesa y tomé mi bolso.

—Me voy. Disfrutad de la noche.

Nadie intentó detenerme.

Caminé sin rumbo durante casi una hora. Las luces de la ciudad parpadeaban a mi alrededor, pero ninguna lograba distraerme de los pensamientos que me atormentaban. Sus palabras seguían resonando en mi cabeza. ¿Era verdad lo que decía? 

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora