Capítulo 30: Alianzas Inesperadas

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Después de mi conversación con Lily y la charla con Azkel, sentí que había dado un paso hacia adelante. No había solucionado nada, pero al menos había compartido parte del peso que cargaba con las dos personas que más se habían esforzado en estar a mi lado. Sin embargo, lo que no sabía era que ambos, preocupados por mí, comenzaron a hablarse más fuera de mi conocimiento.

Fue Lily quien dio el primer paso.

Un día, poco después de cerrar la cafetería, vio a Azkel esperando fuera del local. Era evidente que estaba esperando por mí, pero cuando salió y vio que yo no estaba, se quedó en su sitio, dudando si irse o no.

—¿Buscas a Nisha? —preguntó Lily, deteniéndose junto a él.

Azkel, algo sorprendido por su aparición, asintió con una sonrisa nerviosa.

—Sí. Quería ver cómo estaba.

Lily se cruzó de brazos, observándolo con curiosidad.

—Es interesante. Parece que te preocupas mucho por ella.

—Es mi amiga —respondió Azkel, como si eso explicara todo—. Y creo que en este momento necesita más apoyo del que admite.

Lily suspiró, soltando la puerta y apoyándose contra el marco.

—Eso lo sé muy bien. Nisha tiene la extraña habilidad de guardar sus problemas como si fueran secretos de Estado, pero el peso siempre la alcanza.

Azkel asintió, aliviado de encontrar a alguien que entendiera lo mismo que él había estado notando.

—No sé si sea demasiado metiche, pero... ¿cómo está últimamente? Desde que me contó lo de su abuelo, siento que se está alejando más.

Lily frunció los labios, evaluándolo por un momento. Finalmente, decidió que Azkel merecía saberlo.

—Está lidiando con muchas cosas, como probablemente ya imaginaste. No puedo contarte detalles, porque son cosas que ella debe decidir compartir. Pero creo que, si realmente quieres ayudarla, podemos hacerlo juntos.

Azkel levantó una ceja, sorprendido por la propuesta.

—¿Ayudarla juntos? ¿Cómo?

Lily se encogió de hombros.

—No estoy segura, pero necesita distraerse. Tal vez planear algunas cosas que le saquen de su rutina y la hagan recordar que no está sola.

Azkel sonrió de lado, un destello de complicidad iluminando su rostro.

—Podría funcionar. ¿Tienes algo en mente?

—Ya se me ocurrirá algo. Pero... si vamos a hacer esto, necesito que confíes en mí y trabajemos como equipo.

Azkel extendió una mano, su sonrisa convirtiéndose en una mueca más juguetona.

—Trato hecho.

Lily estrechó su mano, sellando la alianza que cambiaría las semanas por venir.

La primera de sus ideas fue algo simple: una salida casual para distraerme y, con suerte, sacarme una sonrisa. Lily sugirió que saliéramos después del trabajo, asegurándome que sería algo relajado.

—No tienes que preocuparte por nada. Solo ven conmigo —dijo, con una sonrisa tranquilizadora.

—¿Adónde vamos? —pregunté, algo recelosa.

—Es una sorpresa.

Cuando llegamos al lugar, mis sospechas aumentaron al ver que Azkel y Teht ya estaban allí, esperándonos junto a las taquillas de una bolera.

—¿Qué hacen ellos aquí? —pregunté, mirando a Lily con incredulidad.

—Oh, ya sabes, pensé que sería más divertido si ellos se unían —respondió con una sonrisa inocente.

No podía negar que me sentía algo incómoda al principio, pero mientras la noche avanzaba, me di cuenta de que habían planeado todo para que me sintiera mejor. Incluso Teht, a quien apenas conocía, logró hacerme reír con sus comentarios sarcásticos y su habilidad sorprendentemente mala para jugar a los bolos.

—¿Quién diría que tú sabías divertirte? —bromeó Azkel después de que lograra un inesperado strike.

—¿Quién diría que tú sabías perder? —respondí con una sonrisa burlona, disfrutando del momento.

A pesar de las diferencias entre ellos, Lily y Azkel parecían llevarse bien. Había algo en su dinámica que me resultaba curioso; tal vez era la forma en que ambos parecían preocuparse por los demás, siempre tratando de encontrar maneras de animar a quienes les rodeaban.

A partir de esa noche, las salidas se volvieron más frecuentes. No siempre eran planes elaborados; a veces era tan simple como una caminata al parque o pasar tiempo en la cafetería después de cerrar. Lo que importaba era que siempre encontraban maneras de recordarme que no estaba sola.

Incluso Teht comenzó a formar parte del grupo de forma más regular. Aunque era más reservado que Azkel, tenía un humor gracioso y una calma que equilibraban las personalidades de los demás. A menudo lo veía observándome con una mezcla de curiosidad y confianza, como si estuviera intentando descifrarme.

—Me alegro de que seas amiga de Azkel, siempre me habla de ti —me dijo un día, mientras caminábamos hacia la cafetería después de una salida.

—¿Él? eso si que no me lo esperaba —respondí, soltando una carcajada.

—Si, aunque no lo creas, el te aprecia más de lo que imaginas.

No imaginé que su amigo me confesara aquellas cosas sobre él, y eso hizo que una parte de mi, se sintiera amada.

-

Unos días después, noté que Lily y Azkel parecían hablar más entre ellos, incluso cuando yo no estaba cerca. Al principio no le di mucha importancia, pero comencé a preguntarme si sus conversaciones eran solo sobre mí o si realmente habían formado una amistad propia.

—¿Desde cuándo sois tan cercanos? —pregunté una tarde, mientras Lily y yo organizábamos la barra.

Ella se encogió de hombros, sonriendo.

—No lo sé. Supongo que desde que decidimos trabajar juntos para cuidarte.

—¿Cuidarme? —repetí, mirándola con una mezcla de incredulidad y gratitud.

—Vamos, Nisha. Sabes que a veces necesitas un pequeño empujón para salir de tu burbuja.

Quise protestar, pero no pude. Sabía que tenía razón.

Aunque no lo admitiera en voz alta, me sentía agradecida por todo lo que estaban haciendo. Lily, Azkel y, de alguna manera, incluso Teht, habían encontrado la manera de convertirse en una red de apoyo que nunca pensé que necesitaría.

Pero, como siempre, el equilibrio nunca duraba demasiado.

A pesar de sus esfuerzos, las tensiones comenzaron a surgir entre Azkel y yo. Sus palabras sobre cómo a veces me alejaba de los demás seguían rondando en mi mente, y aunque intenté ignorarlas, sabía que tenían algo de verdad.

Esa tensión se sentía como una bomba de relojería, esperando el momento adecuado para estallar.

Y cuando lo hiciera, cambiaría todo.


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