Capítulo 26: Verdades que pesan

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Decidí pasar la noche en mi cuarto y descansar para poder quedarme más noches en el hospital con Matt. 

La noche fue interminable. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de Matt en el hospital aparecían en mi mente, acompañadas por la fría realidad de su diagnóstico. Intenté convencerme de que había esperanza, de que tal vez el tratamiento podría ayudar, pero una parte de mí sabía que el tiempo no estaba de nuestro lado.

Cuando finalmente amaneció, decidí levantarme antes de lo habitual. No podía seguir acostada, dándole vueltas a lo mismo. Abrí la ventana de mi cuarto, dejando que la brisa fresca y los rayos suaves del sol del amanecer llenaran el espacio. Por un momento, el aire me pareció menos pesado, pero la sensación pronto se desvaneció.

Intenté desayunar algo, pero nada me entraba. A pesar de todo, necesitaba mantenerme ocupada, así que limpié un poco el piso para distraerme. Cuando terminé, miré el reloj y noté que aún faltaba un rato para abrir la cafetería. Decidí salir antes y caminar. Estar en casa se sentía como una prisión.

Salí con los auriculares puestos, escuchando música para evitar que mis pensamientos me abrumaran. Durante el trayecto, vi a Azkel caminando a lo lejos, con su mochila al hombro, probablemente rumbo a la universidad. No quise interrumpir su camino, así que decidí seguir mi rumbo hacia la cafetería, dejando que la música llenara el silencio de mi mente.

Cuando llegué, la tranquilidad del lugar me ayudó a calmarme un poco. Abrí las puertas con las llaves que Lily me había dado y me puse a trabajar en la cocina, adelantando algunas cosas.

Lily llegó poco después, saludándome con su habitual sonrisa cálida.

—¡Hola, Nisha! —dijo, dejando su bolso en la barra—. ¿Qué haces tan temprano aquí?

—Quería distraerme un poco —respondí, tratando de sonar casual mientras seguía limpiando unas tazas.

Lily no se lo creyó. Sus ojos me examinaron con detenimiento antes de cruzarse de brazos.

—¿Y qué pasa? Sabes que no soy tonta, ¿verdad?

Sentí cómo mi fachada se resquebrajaba. Suspiré, dejando la taza en el fregadero.

—Es Matt. Está muy mal, Lily.

—¿Qué tiene? —preguntó, su tono pasando de curioso a preocupado en un instante.

—Cáncer de pulmón. Lo diagnosticaron hace poco, pero ya está en una etapa avanzada. No sé cuánto tiempo más le queda —admití, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar.

Lily no dijo nada al principio. Simplemente se acercó y me abrazó con fuerza. Esa pequeña muestra de cariño fue suficiente para que las lágrimas que había estado conteniendo cayeran sin control.

—Nisha... lo siento mucho —murmuró, acariciando mi espalda—. ¿Por qué no me dijiste nada antes?

—No quería preocupar a nadie más —respondí, con la voz entrecortada.

Lily se apartó lo suficiente para mirarme a los ojos, pero mantuvo sus manos en mis hombros.

—Puedes contar conmigo, ¿vale? No tienes que cargar con esto sola.

Asentí, aunque no estaba segura de cómo hacerlo. Lily me ofreció un pañuelo, y después de limpiarme las lágrimas, traté de recomponerme.

—Gracias, Lily. Por todo.

—No tienes que agradecerme nada. Pero prométeme que, si necesitas algo, me lo dirás.

—Lo prometo —respondí, aunque ambas sabíamos que no era tan sencillo.


Al terminar el turno, me dirigí al hospital sin siquiera detenerme a comer. El recuerdo de la piel amarillenta de Matt y su respiración pesada no me daba tregua. Cuando llegué, sentí un vacío en el estómago al ver que su cama estaba vacía.

Me apresuré a buscar a una enfermera en recepción.

—¿Dónde está Matt? ¿Está bien?

La enfermera me miró con calma profesional antes de responder:

—Le están haciendo unas pruebas. Volverá a su habitación en breve.

Agradecí la información y regresé a su habitación, pero los minutos se sentían como horas. Me senté en el sofá, mirando la cama vacía y tratando de controlar el torbellino de emociones dentro de mí.

Finalmente, vi a dos enfermeros empujando la camilla de Matt hacia la habitación. Él estaba dormido, con la piel aún más pálida que antes. Cuando se fueron, me acerqué y tomé su mano, sintiendo cómo las lágrimas volvían a acumularse.

—Matt, por favor... aguanta un poco más —susurré, aunque sabía que no podía oírme.


Unos minutos después, el doctor llamó a la puerta y me pidió que saliera.

—¿Cómo está? —pregunté, aunque temía la respuesta.

El doctor suspiró, su expresión cargada de pesar.

—Matt tiene metástasis. Nos estamos enfocando en mantenerlo lo más cómodo posible, pero... no hay nada más que podamos hacer.

Las palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. Mi visión se nubló mientras las lágrimas caían sin control.

—Lo siento mucho —dijo el doctor, colocándome una mano en el hombro antes de marcharse.

Cuando regresé a la habitación, Matt estaba despierto, con los ojos entreabiertos y un leve rastro de confusión en su mirada.

—Nisha... ¿qué te dijo el doctor?

Tragué saliva, intentando ocultar mi desesperación.

—Solo que necesitas descansar mucho y que pronto te sentirás mejor —mentí, forzando una sonrisa.

Matt me observó con una mezcla de ternura y tristeza, como si supiera que no le estaba diciendo toda la verdad.

—Nisha, gracias por estar aquí conmigo. Lo que sea que pase... quiero que sepas que estoy orgulloso de ti.

Su voz era apenas un susurro, pero sus palabras me atravesaron el corazón.

—Yo también estoy orgullosa de ti, Matt —respondí, tomando su mano con fuerza.

Nos quedamos así, en silencio, dejando que nuestras presencias hablaran más de lo que las palabras podían expresar.

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora