Capítulo 34; El anfiteatro Subterráneo

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Estamos en una celda oscura y húmeda, el silencio es sepulcral. Hermione está sentada en una de las esquinas, casi adormecida. En ese momento, el sonido metálico de una cerradura al girar la hace levantar la cabeza de golpe. Es Camila.

—Veo que ya te despertaste —dice Camila con una sonrisa maliciosa—. Tienes visita, y creo que te va a gustar.

Hermione se levanta de un salto, sus ojos llenos de ansiedad y miedo.

—¿Dónde está mi hija? —pregunta con la voz quebrada.

Camila se gira y la mira, sus labios curvados en una sonrisa cruel.

—Oh, tu hija está muy bien —responde con desdén.

Con un gesto de la mano, indica a alguien que entre en la celda. La figura que aparece es la de Tom Riddle, su rostro imperturbable pero sus ojos brillando con una intensidad oscura.

Hermione se estremece al verlo, su mente en un torbellino de emociones.

—Riddle —dice con un hilo de voz, la tensión palpable en el aire.

Tom se acerca con pasos calculados, sus ojos fijos en los de Hermione.

—Grindelwald me ha enviado para... asegurarse de tu cooperación —dice, su voz fría y controlada.

Camila se ríe por lo bajo y se retira, dejándolos a solas.

—¿Qué quieres? —pregunta Hermione, intentando mantener la compostura.

Tom la observa con una expresión impenetrable, sus ojos recorriendo la celda antes de volver a centrarse en ella.

—Grindelwald necesita saber que estás dispuesta a colaborar —dice con una voz carente de emoción—. Y yo estoy aquí para asegurarme de que así sea.

Hermione siente una oleada de desesperación.

—No sé qué quieres de mí. Solo quiero saber que mi hija está a salvo.

Tom se acerca más, sus ojos fijos en los de Hermione, pero su rostro no muestra ninguna emoción.

—Tu hija está viva —dice simplemente—. Pero su seguridad depende de tu comportamiento.

Hermione lo mira, tratando de encontrar algún rastro de humanidad en su expresión, pero no encuentra nada.

—¿Qué tengo que hacer? —pregunta con la voz temblorosa.

Tom mantiene su mirada fría.

—Por ahora, obedecer. No hagas nada que pueda poner en peligro su vida o la tuya. Grindelwald no tolerará ninguna insubordinación.

Hermione siente un nudo en el estómago, pero asiente lentamente.

—Haré lo que sea necesario.

Tom se da la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta sin mirar atrás.

—Recuerda, Hermione —dice justo antes de salir—, cualquier acto de rebeldía puede tener consecuencias graves. No pongas en riesgo lo que te queda.

Tom da un paso más hacia la puerta, pero Hermione lo llama con desesperación en la voz.

—¡Tom, espera!

Tom se detiene, pero no se gira de inmediato.

—¿Qué más quieres? —pregunta con impaciencia, sin volverse hacia ella.

Hermione da un paso hacia él, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.

—Si algo me pasa... si no sobrevivo... ¿prometes salvarla? —su voz es un susurro, cargado de imploración—. Sé que no eres tan frío como pretendes ser. Es tu hija también. ¿La protegerás?

El vínculo inquebrantable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora