Capítulo 42; La Guerra empieza

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La luz del sol comenzaba a despuntar tímidamente, bañando el Callejón Diagon con un resplandor dorado y acogedor.

Los primeros rayos se reflejaban en los escaparates de las tiendas, donde una variedad de artículos mágicos centelleaban con promesas de aventuras y descubrimientos. El aire estaba cargado con el aroma a pergamino nuevo de Flourish y Blotts, y el dulce perfume de las grageas de Bertie Bott, que salía de la tienda de dulces Honeydukes.

Los comerciantes abrían sus puertas, y los magos y brujas comenzaban a llenar el callejón, ansiosos por comenzar su día. Gringotts, el imponente banco de los magos, vigilaba majestuoso desde el final de la calle, sus puertas de bronce reflejando la luz matutina. Cerca, en la lechucería Eeylops, se escuchaban los suaves ululeos de las lechuzas despertando. Ollivanders estaba todavía en penumbra, con su ventana llena de varitas que esperaban elegir a su mago.

Un grupo de jóvenes estudiantes se congregaba frente a Flourish y Blotts, emocionados por los nuevos libros de texto.

—"¡Mira este! "—dijo un chico de cabello revuelto, mostrando un libro sobre criaturas mágicas a sus amigos—. "¡Tiene ilustraciones que se mueven!"

Más allá, en el Caldero Chorreante, los primeros clientes del día saboreaban una taza de té caliente, mientras charlaban animadamente sobre los últimos sucesos en el mundo mágico.

De repente, un silencio inquietante cayó sobre el callejón. El aire pareció congelarse, y una sombra oscura cubrió el sol.
Desde las sombras, emergieron figuras encapuchadas, sus capas negras ondeando siniestramente. Llevaban máscaras plateadas, frías e inhumanas, y sus ojos brillaban con una maldad contenida. Los Mortífagos habían llegado.

—"¡Mortífagos! "—gritó alguien, la voz cargada de pánico.

El símbolo de la Marca Tenebrosa flotaba sobre sus cabezas, un cráneo serpenteante que llenaba el corazón de todos con un terror profundo y visceral. Los gritos comenzaron a resonar en el Callejón Diagon, mientras los magos y brujas huían en todas direcciones. Algunos intentaron esconderse en las tiendas, cerrando apresuradamente las puertas tras de sí. Otros, más valientes, intentaron enfrentarse a los atacantes, pero fueron rápidamente superados por los hechizos oscuros lanzados por los Mortífagos.

Una explosión sacudió el callejón, rompiendo ventanas y haciendo que los edificios temblaran. En el centro del caos, un comerciante yacía inmóvil en el suelo, su varita rodando inofensivamente lejos de él.

—"¡Cúbrete! "—gritó una bruja, empujando a un joven aprendiz detrás de un mostrador.

—"¿Qué está pasando?"—preguntó el chico, con la voz temblorosa.

—"Los Mortífagos están atacando. ¡No te muevas!"

Dentro de Flourish y Blotts, los estudiantes se acurrucaban en un rincón, abrazándose unos a otros mientras el dueño de la tienda bajaba las persianas metálicas con manos temblorosas.

—"Tranquilos, chicos. Todo estará bien" —intentaba calmarles, aunque su voz revelaba el miedo que sentía.

En el Caldero Chorreante, los clientes se refugiaban detrás del mostrador, sus rostros pálidos de miedo. Un grito desgarrador cortó el aire cuando un hechizo de Cruciatus impactó a un mago que intentaba proteger a su familia.

—"¡No, por favor! "—suplicó la esposa del hombre caído, sus lágrimas mezclándose con el polvo y los escombros.

La desesperación se extendía como un incendio, y la esperanza parecía desvanecerse bajo el ataque implacable. Sin embargo, entre la multitud aterrorizada, algunos se mantenían firmes, buscando una oportunidad para contraatacar o escapar.

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