Capítulo 28

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Llevaba una semana entera sin saber nada de Jeongin.

Se había ocupado en indagar por las redes sociales, guardaba los links de las ofertas de empleo que podían prestarse a ser aptas para sus habilidades, y en los periódicos, encerraba las posibles oportunidades de trabajo con un marca textos viejo que encontró arrumbado entre sus cajones.

Y en las noches, cuando su casa estaba en total silencio y solo se escuchaban los gatos peleando en el tejado, revisaba el chat que tenía con Jeongin, los últimos cinco mensajes marcados con un "visto" al final:

Para: Yang Jeongin.
"¿Seungmin te dejó en tu casa?
Avísame cuando estés ahí."

"Hey, buen día.
¿Todo bien?"

"¿Jeongin? Responde."

"No comprendo tu enojo,
no te hice nada malo."

"¿Sabes qué? No te
voy a rogar, nos vemos."

Los textos fueron enviados en la madrugada de aquella salida a la discoteca y al día siguiente en diferentes horas.

Esperó que le respondiera, pero solo apareció esa indicación de que la conversación había sido abierta e ignorada, a eso de las ocho de la noche el martes. Ni siquiera fue por la mañana cuando Jeongin revisó su servicio de mensajería instantánea, lo dejó al último a pesar de que le había pedido de manera educada que le avisara cuando estuviera en su piso.  

Hyunjin se enojó al no tener una contestación escrita y se prometió no volver a escribirle si el rizado no le devolvía los textos. Su berrinche de borracho dolido lo pasó por alto, según él, había sido una exageración y de nada le sirvió ponerse así.

De todas formas él se quedó ahí, pasándola bien con un chico diferente, porque al que dejó bailando solo, lo perdió al retornar. No hubo más allá de roces y uno que otro beso fallido, de hecho, los amigos de Seungmin se encargaron de acompañarlo hasta su casa porque apenas podía mantenerse de pie.

Había llegado más alcoholizado de lo normal, hasta Jake lo ayudó a entrar y lo botó en su sillón, el pobre no podía con el peso muerto del mayor y decidió que lo dejaría dormir con tranquilidad en su sala.  

Ahí se quedó, despertando a las cinco de la mañana y corriendo escaleras arriba. Seguido de eso, se encerró en el baño y sacó todo lo que traía en su estómago dentro de la taza cerámica, vomitando tres veces antes de gatear hasta su habitación, sin lograr subirse a la cama. Por ende, durmió hasta las cuatro de la tarde sobre el tapete que cubría una pequeña porción de la loseta.  

Para ese punto, en su sábado por la noche, dónde no tenía nada que hacer más que ver la televisión, su celular seguía sin dar indicios del menor.

No podía estar sereno, pero se prohibía admitir que le causaba conflicto no saber que era de Jeongin. Seguramente a esa hora ya estaba en Club Bengala trabajando, eran pasadas las diez de la noche y estaría encargándose de laborar hasta que su turno acabara.  

Tardó escasos diez minutos en determinarse, otros veinte en lo que se bañó y cambió, y quince más en salir de su vivienda para subirse al auto, conduciendo al bar.

¿Por qué lo estaba haciendo? Fácil, quería ver a Felix y Minho, tenía varios días de no saludarles, esa noche sería la indicada.  

Cuando llegó y estacionó su auto en un lugar seguro, iluminado por el alumbrado público, vio una larga, enorme, de verdad interminable fila afuera… con muchos jóvenes vestidos de color rosa y dorado, inclusive los adultos traían alguna prenda de ese tono y la mostraban con orgullo para poder ingresar.  

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