Capítulo 24

366 59 5
                                    

El rubio australiano azotó un folder sobre el escritorio, haciéndolo deslizar hasta que terminó en la orilla y Hyunjin anticipó un cruel destino.

—Ábrelo.

Los dedos le temblaron cuando sostuvo el sobre de cartoncillo entre ellos. Lo abrió lentamente, sudando frío cuando las fotos de un hombre con el rostro golpeado fueron lo primero en salir, era el mismo que dos días antes había asistido al bar.

Con angustia, vació el folder, encontrándose con documentos firmados por las autoridades competentes de la justicia en Nueva York, hojas selladas, declaraciones y párrafos citando las leyes del estado, las cuales no entendió ni un carajo.

—¿Sabes qué es todo eso? —Su jefe interrogó.

—Eh, u-una... —tartamudeó, leyendo los títulos de los papeles que le fueron mostrados—. Es...

—Un expediente médico, una demanda en busca de indemnización por agresión física y una advertencia de posible clausura al club —exclamó, con el ceño fruncido pero secretamente asustado como un niño en una casa de terror—. Me dijiste que solo había sido un altercado menor.

—Yo... yo no creí haberle hecho tanto daño, quiero decir... —Hyunjin se rascó la ceja con el dedo meñique y anular, sin despegar la vista de los documentos—. Pensé que no había sido grave.

—El día que ocurrió, tu estuviste aquí, diciendo que hubo una pequeña pelea pero que no fue nada de cuidado —Continuó de pie y tomó las fotografías del individuo lastimado—, luego me buscan los oficiales y me entregan todo esto.

Hyunjin no tenía cara para ver a su amigo, actuó como un descerebrado y ahí estaban las secuelas de sus actos ilícitos y alevosos.

—¿Te van a cerrar? —Esa era su mayor preocupación. 

—No sé, vendrán hoy por la tarde a realizar investigaciones, a revisar que tenga todo bajo la norma y que no haya cosas fuera de lo común —protestó, sintiendo una daga a punto de cortarle de lado a lado la yugular—. Ellos solo quieren dinero.

—No creí que su amenaza fuera cierta... —susurró, dejando caer su cabeza y golpeó fuertemente su frente con la madera del mueble. Se levantó de inmediato, sobándose la zona, sí que le había dolido.

—¿Amenaza?

—Ese día dijo que iba a demandarme... —confesó, haciendo círculos con su palma en dónde se dio el choque contra el escritorio—, creí que solo buscaba asustarme.

—¿¡Por qué no me lo dijiste!? —Chan se exasperó, jalando su propia silla y tomó asiento—. ¿Te das cuenta de lo que hiciste?

—¡No lo pensé!

—No, joder, es que tú nunca piensas las cosas. Actúas impulsivo, eres un desastre —Le regañó, señalándole con el dedo—. ¡Por tu culpa estamos a punto de perderlo todo!

—Chan, espera...

—No, estoy harto de todo lo que haces, siempre me dejas sin bartenders, porque no creas que no estoy enterado de que los tratas mal para que se vayan —enfatizó, ayudándose de su lenguaje corporal—, nosotros somos amigos, pero no voy a permitir que sigas echando a perder lo que tanto trabajo me ha costado tener.

—Escucha, solo... escucha —La agudeza en el timbre de voz en Hyunjin se hizo presente, estaba aterrado—, ese maldito cerdo también me golpeó, ¿no lo ves? Me rompió el labio.

—¡Tú le dejaste un ojo cerrado, le desbarataste la boca! —bramó, desesperado.

—¡Pero el igual me pegó!

Club BengalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora