Capítulo 30

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Hyunjin se sentía absurdamente ridículo con el uniforme que le obligaban a usar.

Peor aún, gastaba mucho más en agua y jabón de lo normal; todas las tardes tenía que llegar a su casa, sacarse la camisa, los pantalones y el bobo delantal para echarlo a su lavadora, pues no le gustaba usarlo dos días seguidos.

Lo único que no le disgustaba tanto, era la gorra que debía portar, omitiendo el color chillante con el logotipo de la empresa a la que ahora servía.

Trabajar en una concesión, dónde el producto principal era un helado de yoghurt con diferentes toppings, no era precisamente el empleo más codiciado en la ciudad, pero la paga era buena, los horarios flexibles y hasta lo habían enviado a la isla comercial en medio de la plaza, donde no tenía que convivir con el resto de sus compañeros.

Solo era él, la caja registradora y los montones de potenciadores de sabor, que ayudaban a crear gustos peculiares en los helados.

No le parecía la gran cosa.

Pero la demás gente si los amaba, pagaban y pagaban por una variedad de ingredientes extra que Hyunjin se encargaba de servir en vasitos de cartoncillo. Gracias a su experiencia basta con clientes, no se le complicó para nada la capacitación y su encargado hasta le felicitó; la rapidez con la que el castaño surtía los pedidos, dejó con la boca abierta a todo el equipo de trabajo de esa zona.

Por ello, concordaron en que su mejor posición sería en medio del centro comercial, la gente solía hacer fila ahí para comprar su postre y él se encargaba de no hacer larga y tediosa la espera.

Había ratos en los que su venta bajaba y podía sentarse a revisar su celular, descansando de las voces que le aturdían y veía pasar a las parejas, familias o grupos de amigos por los pasillos, entrando a las diversas tiendas de ropa y accesorios.

Por el momento, sus dedos jugueteaban con el distintivo que Chan le dio cuando empezó a trabajar con él; Minho, Felix y Jeongin también tenían el suyo, era un broche pequeño pero significativo. No se lo había devuelto y tampoco estaba en sus planes hacerlo, se lo quedaría como un bonito recuerdo de lo que fue su paso por el bar.

Ya llevaba tres semanas con su trabajo actual y le gustaba, no iba a mentir. Pero nada era mejor que hacer bebidas a contra reloj, realizar malabares con botellas, reír con sus amigos y convivir con cientos de personas diferentes noche a noche.

Y esas mismas tres semanas, las llevaba sin haber visto ni en pintura a Jeongin.

A Felix y a Minho los había frecuentado en su primer día de descanso, charlaron, se tomaron unas cervezas y cuando la hora de irse a trabajar llegó, Hyunjin se marchó a su casa, deseándoles mucho éxito.

Las redes sociales hablaban mucho del club últimamente, se enteró por ahí que los viernes habían trascendido a las temáticas únicamente y que los sábados se dedicaban a las subastas, dónde según lo que leyó en los comentarios, el dinero estaba siendo asquerosamente derrochado.

Un chico le recomendó a otro por medio de un post, que si quería tener la oportunidad de mejorar las ofertas por los Bengala, debía llevar arriba de mil quinientos dólares libres y mucha, pero mucha fe. Los tres bartenders estaban en el estándar de lo inalcanzable y la mayoría, realmente se moría por salir con alguno.

Era claro que nadie se acordaba de él, no hacía falta ahí, por eso la vez que visitó a Chan y le dio la oportunidad nuevamente, no la quiso. Su amor por el puesto continuaba y siempre existiría, pero ya no se sentía parte, menos ahora que necesitaba alejarse del rizado.

Tomó la decisión por su propio bien, y en sí, eso de los helados no estaba mal.

Mientras sus yemas acariciaban el brochecito de metal, una escandalosa risa le hizo voltear a un extremo cercano de su sitio. El cabello rubio de cierto chico que distinguió gracias a Seungmin, entró en su periferia y tuvo el indicio de sonreír, hasta que vio quién le estaba haciendo compañía.

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