Epílogo

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Jeongin no lograba comprender porqué se sentía tan malditamente agotado, a pesar de haber dormido siete horas completas. 

Caminaba con tranquilidad por los pasillos de la universidad, sobándose la parte trasera del cuello y maldiciendo por lo bajo la cantidad exagerada de tareas que ahora tenía pendientes. Sus profesores eran unos dictadores insensibles, ¿pensaban que no tenía vida social? 

Honestamente, para ser su segundo semestre como estudiante en la Universidad de Columbia, aún le faltaba acoplarse al ritmo de trabajo, el cambio fue terriblemente drástico.

Pero adoraba su carrera. 

La pasión que sentía por todas y cada una de las asignaturas en su horario, era indescriptible y le encantaba aprender día con día un poco más acerca de técnicas, historia y fundamentos de la arquitectura. 

Su sueño más deseado se estaba llevando a cabo y lucharía constantemente por seguir obteniendo las mejores notas posibles, se exigía demasiado y en verdad, no le importaba mientras su historial académico fuese impecable. 

Además, tenía una beca que debía mantener. Aprovecharía la oportunidad que le dieron de formar parte del plantel. 

Su hora de salir había llegado y también la de gran cantidad de alumnos; montones de ellos andaban de aquí para allá, con mochilas colgando del hombro y rollos de planos hechos a mano o impresos. 

Suspiró al escuchar los huesos crujir en su espalda; necesitaba llegar a su casa, darse un buen baño en la tina y terminar con un relajante masaje antes de ir a trabajar.

—¡Jeongin! —Una vocecilla cantarina, le rezumbó en el tímpano—. ¡Espera!

Tuvo que voltear sobre su hombro para ver a la dueña del llamado y sonrió de lado al reconocer a una de sus nuevas amigas.  

Se orilló en el andador, quedando a un lado de cualquier casillero con el fin de no obstruir la circulación y esperó a que la espontánea chica, lo alcanzara. 

—¿Ya saliste? —preguntó la joven, antes de besarle la mejilla en saludo—. ¿O aún te quedan clases? 

—Mi día terminó —respondió, apretando los labios—. ¿Tú todavía tienes algún pendiente? 

—Jodido suertudo —Rodó los ojos y asintió—. Sí, un puto trabajo en equipo con los más perezosos de la generación, ¡estoy harta de ellos! 

—Mely, debes hablar con el profesor —sugirió, simple—. No puedes cargar con toda la responsabilidad tú. 

—Creo que lo haré, en serio estoy cansada de ese trío de inútiles —espetó, acomodándose unos mechones sueltos—. Como sea, ¿Hyunjin vendrá por ti? 

Él afirmó con un movimiento de cabeza. 

—Sí, ya sabes que no le gusta dejarme ir solo… 

—Eres un maldito consentido por tu novio, te odio —Mely bufó y luego, hizo un mohín—. ¿Dónde consigo uno así? 

Una risa escapó de su garganta, su compañera era muy ocurrente. 

—No lo sé, quizá sea alguno de los holgazanes con los que te peleas cada tercer día —Se encogió de hombros y ladeó el rostro—. Así empecé yo con Hyun. 

—¡Ni lo sueñes! —Contrariada, le apuntó con el índice—. Ninguno está en mi panorama, bola de idiotas.

—Era una posibilidad, dicen por ahí que del odio al amor…

Levantó ambas manos, en falsa rendición. 

—Deja tus frases de anciano, por favor —Su amiga se mofó, e hizo un ademán, restándole importancia al asunto—. Bueno, yo solo venía a despedirme y a que me dieras un abrazo, necesito que me transmitas toda la paciencia del mundo o si no, terminaré arrancándome los cabellos. 

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