Capítulo 41

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El apartamento de Jeongin parecía una cantina.

Sus planes de pasar una noche tranquila, lavando su ropa y a lado de Hyunjin, habían cambiado a eso de las siete de la tarde. Mientras separaba las prendas blancas y de color para echarlas a la lavadora, y el castaño regresaba de ir al minisúper más cercano por el suavizante que le hacía falta, el timbre de su vivienda fue tocado y pensó seriamente en regañarlo por no haberse llevado las llaves.

El reclamo quedó en el aire, porque al abrir la puerta se encontró con las tres siluetas de su jefe y sus dos compañeros de trabajo, quienes traían la buena noticia de que habían logrado cerrar un buen trato con el dueño del local que les gustó.

Chan explicó que Nicholas le ofreció el espacio con servicios de agua, drenaje y electricidad incluidos, por una renta mensual un poco más baja a la ofertada al inicio. Había firmado un contrato en el que leyó tres veces las cláusulas, cerciorándose de no tener letras pequeñitas en ninguna hoja, aceptó las sanciones en caso de no pagar a tiempo y las reglas generales del lugar.

Se encargaría de sacar los permisos para la venta de alcohol y todos los trámites pertinentes al día siguiente, también contrataría un camión de mudanza que le ayudara a llevar los muebles a la nueva ubicación.

Además, su celular ya contaba con el número del apuesto dueño y joder, el rubio se enamoró de su foto en WhatsApp.

Con los buenos deseos de progresar en el negocio y la platica fluyendo acerca de como y cuando sería la reinauguración del club, Hyunjin entró al departamento con el envase nuevo de suavizante, justo a tiempo para beber una cerveza con sus amigos. Jeongin ya les había brindado una a los presentes y claramente, faltaba él.

La cuenta de latas y botellas vacías en el piso siguió en aumento, tuvieron que ir a comprar más porque estaban celebrando sin saberlo.

Felix tenía un porro entre los labios y le daba calada tras calada, haciendo rezongar a Hyunjin y a Chan, porque no les compartía y eso les estaba jodiendo demasiado.

Y tendido en el sofá, se hallaba el rizado junto a Minho, tarareando canciones y usando los controles como micrófono, con el televisor encendido y videos reproduciéndose para entonar como pudieran la letra al ritmo de la pista.

—Innie, yo te aprecio mucho —musitó el ojimiel, abrazándolo con ahínco—. Eres un gran... gran amigo, de verdad.

—Yo también a ti, Min. Gracias por todo.

—¿Qué todo?

—Por aceptarme en el bar desde que llegué.

Minho sonrió tiernamente al escucharle y el menor le miró con cariño. Nunca se lo había dicho, pero siempre estaría agradecido con él y con su novio; por darle un buen trato, por instruirlo y por hacerle las recomendaciones necesarias desde el comienzo.

En aquellos días, fueron un pilar para su desarrollo como bartender, ahora tenía habilidades que podría presumir en las fiestas de su familia cuando algún primo le pidiera una copa.

—Que bueno que te quedaste —masculló, adoptando una mejor postura en el sillón—. La verdad creí que no lo lograrías... y no por ti, si no por Hyunjin.

—El... El primer día casi me voy —Jeongin dijo, antes de hipar—. Felix me animó un poco.

—Ah, mi chico —Se peinó el cabello hacia atrás, con teatral presunción—, siempre tan lindo.

—Ustedes son... lucen bien, es decir, quiero ser padrino en su boda —Hizo una pausa y frunció los labios—. ¿Puedo serlo?

Era adorable lo tonto que el menor se ponía cuando bebía de más, decía cosas sin pensar y no dejaba de sonreír.

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