Capítulo 36

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Hyunjin no era un aprovechado, pero usó la buena amistad que tenía con el guardia del club, para entrar sin formarse en la enorme hilera de personas que esperaba poder ingresar.

Eran las once de la noche y aunque quedó de ver a Jeongin afuera del bar, decidió visitar el local y a sus amigos también; llevaba varias semanas sin estar ahí, y para ser honesto, por varios días creyó que nunca más volvería a asistir.

Se sentó en un banco cerca de la barra, justo en la esquina y tamborileó los dedos en la madera barnizada mientras veía al rizado trabajar como loco.

Felix no estaba en el área de servicio, supuso que seguramente estaría encargándose de la música, mientras Minho lavaba a velocidad de la luz los vasos y tarros sucios. Ya no tenían donde servir más bebidas.

Esperó con tranquilidad a que Jeongin notara su presencia, escaneando sus movimientos. Sin querer, se encontró sonriendo como un imbécil, maravillado con la destreza que su compañero desarrolló al atender cada uno de los pedidos.

Se pasó los dedos por la barbilla, jugando con su vello facial, sin borrar esa especie de sonrisa presuntuosa de su rostro.

Fue ahí, cuando el menor sintió una mirada insistente que lo hizo voltear a la orilla del mostrador, encontrándose con aquel chico que le observaba desafiante.

Realizó un gesto para no sonreír embelesado, su abdomen se contrajo por las características y ya no tan impertinentes, mariposas. A las malvadas se les ocurrió la brillante idea de revolotear en cuanto notaron la presencia de aquel individuo.

Normal, ellas sabían quién era el único podía avivarlas.

Jeongin no contó los segundos que le llevó transportarse hasta Hyunjin, secándose las manos con su delantal, antes de colocarlas en la barra, echando su pecho hacia adelante. El castaño le miró con los párpados caídos y tuvo la osadía de aventar con el dedo índice, el rizo revoltoso que se escapó de su bandana.

La cercanía era interesante pero apropiada.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle? —El rizado tomó el papel del bartender educado.

—Tú podrías ayudarme en gran cantidad de cosas —Y Hyunjin prefirió actuar como el cliente seductor—. Por el momento, me gustaría una cerveza, estoy esperando a alguien.

—¿Ah sí? —cuestionó, sin evitar alzar las cejas en falso asombro—. ¿Reunión de negocios?

—Algo así —dijo al erguir su espalda—. Tengo unos asuntos privados y muy personales que atender.

Yang hizo un esfuerzo por no salirse de su tonto personaje.

—No me gustaría estar en los pantalones de la persona con la que se va a encontrar, parece que tiene deudas que saldar —bromeó, olvidando por un rato que seguía en horario de trabajo.

—Las tengo, espero venga preparado porque no sabe lo que le espera —Se cruzó de brazos, viéndole expectante—. La noche es larga y los temas importantes son muchos.

—Me imagino —mencionó, mordiéndose con lentitud el labio inferior—. Ojalá su espera sea amena.

La temperatura aumentó.

Hyunjin se removió sobre el banco y con descaro, palmeó sus propios muslos sin sacarle los ojos de encima. Jeongin entendió el propósito de la acción, ahora solo quería saltar la barra y acomodarse en su asiento favorito, frente a frente, con las piernas colgando a sus costados.

Quería mecerse sobre su regazo, besarle la boca y brincar sobre él como si su vida dependiese de ello...

—¡Innie! ¡Dos de whiskey!

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