Capítulo 35. No es todo.

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Cauich

A veces, el dar clases podía llegar a ser un poco deprimente si llegaba a tener a Morgan delante de mí. Pues, aunque deseara hablarle, no me lo permitía; ya no tenía acceso a un acercamiento ni como maestro luego de lo que había sucedido en el café del instituto.

Pero no tenía prohibido mirarla de vez en cuando y, aunque sintiera mis ojos en ella, evitaba a toda costa chocarse contra mí y prefería girarse hacia Erick, quien hacía lo posible para tenerla distraída.

Salí de esa clase en cuanto se escuchó el timbre y, por una vez, no volví a mirarla. Simplemente tomé mis cosas y caminé en dirección al salón donde tenía mi próxima clase.

—¿Qué tal, chicos? —hablé en voz alta y animado en cuanto entré al salón.

No pude distinguir entre tantas respuestas, pero en cambio, solo les sonreía de vuelta.

Me senté en mi escritorio y miré frente a mí una montaña de cuadernos que seguramente debía calificar por algún trabajo que tenían pendiente.

—¿Y esto? —me referí a la pila de libretas encimadas una tras otra.

—Usted dejó un resumen sobre la página 115 del libro —el joven que respondió me miró señalando las libretas— y hoy era el último día para entregar.

—Claro, claro —tomé una de ellas y, luego de pasar algunas hojas, encontré el resumen que ya había olvidado. El tema que parecía a todos interesar: el accidente de Chernóbil.

Tenían que mantener un resumen y una opinión personal sobre qué sentían después de leer todo eso. Pues, después de todo, el tema de la radioactividad les había gustado mucho.

Todos estaban platicando en silencio mientras yo leía en mi mente lo que habían escrito, y para ser sincero, no me interesaba tanto el resumen. Cada año, este tema, aunque fuera también uno de mis favoritos, me interesaba más saber qué opinaban.

Pasaba de opinión en opinión, donde algunos decían sentirse tristes y otros indiferentes. Tomaba otra libreta y calificaba con un "Excelente trabajo", "Falta más dedicación" o "Sin calificación". Este último era para los que no tenían nada en las hojas o cuyo resumen era copiado de otro trabajo de algún compañero o lo que fácilmente aparecía en internet.

Tomé una libreta de color verde y hojeé buscando su trabajo, pero no había nada. Pensando que quizás podría estar en alguna hoja más adelante, seguí pasándolas sin ningún inconveniente. El problema era que no aparecía. Hasta que una hoja suelta me llamó la atención y la jalé para tomarla.

Era un dibujo donde aparecía yo. Mi rostro a lápiz, aunque parecía aún no estar listo, pues era el boceto avanzado de algo que ya se podía distinguir. En esa hoja estaban mis ojos, mis labios, la barbilla y el cabello desacomodado.

Me tallé los ojos pensando que quizás estaba alucinando, pero no, era real. Cerré la libreta aún manteniendo el dibujo en la mano y leí el nombre de quien pertenecía.

—Elizabeth... —pronuncié con la voz más baja posible para no ser escuchado y levanté la mirada hacia la chica que se encontraba mirando su celular sin hacer ningún ruido ni mirar a nadie, mientras que todos estaban buscando poder encajar en sus pláticas.

Suspiré en voz baja y regresé el dibujo donde lo había encontrado, cerrando nuevamente la libreta para dejarlo en el lugar donde estaban ya calificados, aunque no hubiese encontrado su trabajo.

Recordé su mensaje de anoche, que por el horario había evitado responder. Quizás era el dibujo. Pero ahora, recordándolo, me causaba un interés genuino que deseaba crecer más hasta decirle que el dibujo me parecía maravilloso.

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