Amenaza

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Tras la cena, Ruslana propone ir a jugar a los bolos a un sitio no muy alejado de la zona, donde los tres amigos solían acudir cuando el aburrimiento pesaba y no sabían muy bien qué hacer para ahuyentarlo. Aunque ninguno estaba en principio muy entusiasmado con la idea, sirve como excusa para pasar un rato más juntos, y a la misma vez un cierto aire de competición nace entre Violeta y Chiara, que hace que acaben animándose ante la idea. La menorquina, en una de sus muchas pullas, ha dejado entrever que sería capaz de sacar mucho más puntos que la motrileña, a lo que ésta ha respondido rápidamente recordando que no es la única que tiene un buen juego de manos. Las alarmas se encienden para ambas, que se miran desafiantes.

Toda esta conversación ocurre de manera ajena a Martin y Ruslana, que conversan un poco más adelante que ellas mientras caminan hacia el sitio.

-No voy a tener piedad, Hódar. Te vas a arrepentir de tu chulería. - Susurra de forma sugerente Chiara, a lo que Violeta responde con una risa sarcástica.

-Oliver, cuando tú aprendiste a caminar, yo ya volaba. Espero que no llores demasiado cuando te baje los humos.

Sus manos se rozan mientras caminan, pero ninguna da el paso para agarrar a la otra, pues parece que la energía que crece entre ellas compite hasta en eso. Llegan al lugar y se dirigen a un mostrador donde reservan la pista y les entregan unos zapatos acordes a la ocasión.

-Siempre me ha dado asco esto. - Comenta Martin con cara de disgusto mientras se coloca unos zapatos bastante usados.

-Venga, no te quejes, que vas primero. - Anima Ruslana a su amigo a hacer los honores.

Martin coge una de las bolas de bowling, se prepara y coge carrerilla hasta lanzarla, consiguiendo derribar seis bolos. Celebra con entusiasmo y Ruslana se encarga de animarlo a continuar así. Pero en el segundo tiro, la bola se pierde por uno de los canales y se pierde al fondo de la pista.

-Tu turno. - Susurra la menorquina al oído de la pelirroja. - Si lo necesitas, te ayudo.

Violeta se estremece al sentir la mano de Chiara acariciando su cintura, que queda expuesta al llevar un crop top. Se gira hacia ella y le sonríe con falso agradecimiento.

-Me las podré apañar, pero gracias. - Le guiña el ojo.

Se coloca para comenzar a coger carrerillas y soltar la bola justo a tiempo. Los tres amigos se quedan pendientes de cómo la bola se acerca con velocidad hacia los pines, impactando con ellos y derribándolos todos de una vez. Violeta pega saltitos de emoción mientras aplaude, y Ruslana y Martin celebran entre chillidos. Chiara, que pone una mueca divertida en su cara, queriendo esconder su asombro, se centra en la imagen de la pelirroja acercándose a ella con cara triunfal.

-Estás a tiempo de retirar lo que has dicho antes y asumir que vas a perder. - Deja un lento beso en la comisura de su boca. - O... Puedes jugarte algo y tratar de ganarme.

Un escalofrío recorre su espalda. Bien sabe Violeta que le encantan los retos, y le encanta jugar. Y mucho mejor sabe ella misma que ante la posibilidad de poder sacar cualquier recompensa de ésto, más aún si tiene que ver con la motrileña, se jugará lo que haga falta. Una idea cruza su mente y sus ojos se encienden por el deseo.

-Si gano yo... ¿Qué me das?

-Hmmm. - Violeta se lo piensa, inclinando suavemente su cabeza mientras un dedo aprieta su mejilla. Está consiguiendo llevar a la morena por donde quería. - Tu mayor fantasía. - Susurra cerca de su oído, haciendo que las piernas de Chiara tiemblen levemente. - Pero, ¿y si gano yo?

-No vas a ganar. - Afirma la ojiverde con seguridad mientras esboza una sonrisa de lado. - Pero si ganas, entonces cumplo yo la tuya.

La menorquina ofrece su mano a la pelirroja, que sella el pacto con una sonrisa de suficiencia. El juego comienza realmente a partir de ese momento, y ambas se concentran al punto de dejar sorprendidos a Ruslana y Martin, que hace rato que dieron por perdida la posibilidad de alcanzar a la pareja en puntos. Además, las muchas copas de vino parecen empezar a hacer efecto en ellos, por lo que van cayendo en una somnolencia que les hace acabar por relajarse en unos sillones, observando la reñida competición que Violeta y Chiara se traen entre manos, y apoyando a una u otra dependiendo de cuál vaya por debajo en el marcador a cada momento.

Letra y Música - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora