Capítulo 37 - Maddie

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A pesar de estar toda la mañana sobre las piernas de Matheo no he dejado de hablar con Marie, la he agregado en mis contactos para que me llame cuando necesite desconectar. Puedo entender por todo lo que ha pasado, el año que viene empezará la universidad y siempre ha querido hacer algo relacionado con la salud, por lo que soy la persona más adecuada para ayudarla.

Se nos ha hecho un poco tarde y deberíamos ir a comer, Thomas hace una hora que se ha ido y Melody lleva dándole vueltas al teléfono un buen rato. Mira la hora, suspira y de nuevo vuelve a mirar la pantalla, ha quedado a comer con su madre pero no quiere dejarnos aquí solos. -Vamos Melody, te dejaré en casa -Se le ilumina la cara-

Al levantarme y despedirme de Matheo y su hermana puedo ver como ella tiene ganas de decirme algo, pero no se atreve. Le doy un abrazo y ahora que su hermano no escucha nada es capaz de soltarse conmigo.

- Podrías venir a comer a casa -se separa de mí y le tiemblan las manos-

Andrew me ha dicho que su madre siempre se ha fijado en mí en los partidos de vóleibol, pero no sé si querrá que la chica que hizo que su hijo dejara a su novia aparezca por su casa sin ni siquiera ser invitada por ella.

-Pero... ¿Tu madre quiere? -pestañeo un par de veces para orientarme-

-Es ella la que lo ha dicho por el grupo familiar -sonríe Matheo que ha vuelto de pagar la cuenta-

Vaya, era lo último que me esperaba. No quiero decirles que no porque estoy igual de emocionada que ellos por conocer su casa y sobre todo a su madre, pero no sé si estaré a la altura de Rachel. Se que ella siempre ha sido de mucho prestigio y por lo que he podido ver en sus redes sociales, jamás iba desarreglada. Es decir, todo lo contrario a lo que yo soy ahora mismo.

-Iré, pero primero tengo que llevar a Melody -les dedico una sonrisa-

-Te seguiremos con el coche para que luego puedas seguirnos -juega Matheo con las llaves-

Cojo mis cosas y me subo al coche con mi mejor amiga, ella es la única que puede entender mi ataque de pánico. Vive justo en la casa que está al lado de la de Rachel, no hay persona que más sepa de su vida privada que ella.

-Melody -consigo su atención- Tengo miedo.

-Por qué gordita -deja el móvil sobre sus piernas-

Por todo, me gustaría salir huyendo y esconderme de nuevo en la casa de Finlandia. Donde nadie podía juzgarme ni buscar explicaciones a mi vida.

-Juré no enamorarme de nadie pero estoy jodiendo todas y cada una de mis promesas -no sé porque sonríe pero no voy a prestarle atención- Confío mucho en él, pero no puedo evitar tener miedo a que me abandone igual que hizo el gilipollas de su primo.

-No lo hará Maddie -niega con la cabeza- Ha cambiado, sabe lo que quiere, y te quiere a ti.

Joder he sentido como si un niño pequeño me pegara un puñetazo en el estómago, pero lo único que me causara fueran pequeños cosquilleos.

-Prométeme que estarás ahí por si me rompe el corazón -mis ojos crean agua poco a poco- Me duele porque después de lo que he vivido con él, siento que lo querré siempre aunque él decida irse.

-Estaré a tu lado pase lo que pase -coloca su mano sobre la mía- Disfruta de todo lo que la vida te ponga en el camino, si todo termina mal será porque no estabais destinados.

- ¿Si Thomas decidiera terminar hoy la relación que pasaría? -parece que hoy estoy melancólica-

-Estaría muy hundida, pero tras un tiempo me daría cuenta de que la vida no se acabó ahí. Siempre hay que pensar en uno mismo y no permitir que tu vida se destruya, a pesar de que no ocurran cosas buenas -finge tocar un piano sobre sus piernas-

-Hemos llegado -aparco el coche pero no lo apago- Te quiero.

-Te quiero -me da un beso en la mejilla-

A los pocos segundos aparece el coche de Matheo, baja la ventanilla y me sonríe. Su expresión cambia cuando ve que me quito las lágrimas que rozan mis mejillas, no quería que se diera cuenta pero tampoco me esperaba que aparcase justo a mi lado.

Sonrío y le hago un gesto para que siga conduciendo a su casa, no estoy en mi mejor momento pero no puedo permitir que la tristeza vuelva a encerrarme en un lugar sin luz. He estado durante mucho tiempo pensando que jamás podría volver a ser feliz, y ahora que lo he conseguido no puedo rendirme.

El trayecto hasta su casa no ha sido muy largo. La casa es tal y como me la imaginaba, negra con ventanales de cristal por todos lados. Me bajo del coche y ambos vienen en mi busca, cogen mis manos y me dirigen hacia la puerta.

-No estes nerviosa -Marie acaricia mi brazo-

Se que seremos muy buenas amigas, solo nos llevamos tres años de diferencia por lo que tenemos muchas cosas de las que hablar.

Se abre la puerta y aparece una mujer de ojos marrones y de nuevo con unas preciosas pecas que rodean su nariz, sus facciones son idénticas a las de Matheo. Sin duda nadie podría pensar que no es su hijo.

-Hola cielo, bienvenida -me da dos besos-

-Gracias por invitarme -me permite entrar y yo me dedico a seguirla-

-A partir de ahora esta es tu casa, al menos siéntete como si lo fuera -desaparece unos instantes y al volver trae entre sus manos algo parecido a un regalo- Se que tu cumpleaños ha sido hace poco, no sabemos muy bien lo que te gusta pero Matheo nos ha ayudado un poco.

Estoy a punto de ponerme a llorar como una niña pequeña a la que le acaban de dar el peluche que ha perdido hace tres días. Jamás me hubiera imaginado que me recibirían de esta manera sin ni siquiera estar juntos, es decir, aparentamos estarlo pero aún ninguno hemos dado el paso.

-Dios mío, no era necesario -lo cojo con delicadeza-

Antes de volver le dije a mi madre que no necesitaba ningún regalo más, pero ella es igual de necia que Melody y decidió hacerlo. Me regaló un cuadro pintado a mano por papá que llevaba guardando desde hace unos años, mi padre le dijo que tendrían que esperar a que cumpliera los veintiuno. Pero solo ella pudo entregármelo. Tras media hora llorando y abrazando a mi madre sacó otro regalo, me hizo a mano el traje que quiero usar para la final del torneo, llevo soñando con él muchos años y al fin lo tengo conmigo.

-Solo es un detalle de parte de Marie y mío -se miran intentado controlar los nervios-

Un pequeño escalofrío recorre mi espalda al ver un colgante de plata, en la cadena tiene un tipo de brillos de color azul y al final una pequeña figura de un copo de nieve. Lo mismo que nos hemos tatuado en la muñeca.

-Es precioso -mierda, he comenzado a llorar-

Los tres se acercan a mí y me abrazan. Parece que mi familia ha aumentado en poco tiempo, estoy feliz de que mi madre y yo ya no estemos tan solas.

-Creíamos que sería un bonito recuerdo -añade Marie- Matheo nos contó que pudisteis ver las auroras.

-Sí, así podre mirar siempre este pequeño copo y recordar el lugar donde fui tan feliz -juego con el colgante-

Hemos terminado de comer y ahora hemos decidido ver una película, sin duda Marie y yo hemos elegido el Stand de los Besos. No tardaré mucho en irme, ya que tengo que ayudar a mi madre a llevar a los perros al veterinario, pero pronto estaré de vuelta.

vértigo y susurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora