Epílogo

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MADDIE

Mes y medio después.

Estoy saliendo de la universidad cuando recibo un mensaje de Matheo, mi coche ha llegado y vendrá a buscarme para que no tenga que caminar ya que la navidad ha llegado y la nieve ha decidido cubrir las calles. Por suerte la quitanieves no hace apenas media hora que ha pasado, desde las ventanas de mi clase puedo ver toda la ciudad, algo precioso.

Aún no me creo que esté formando una nueva vida en Laponia, de pequeña soñaba con tener un reno y vivir en una cabaña de alguna montaña perdida de Finlandia. Y aunque viva en una casa preciosa y mis mascotas sean perros puedo decir que el sueño se ha hecho realidad.

Veo mi coche llegar a lo lejos, al frenar y abrirse la puerta veo que no es Matheo.

- ¡Melody! -grito mientras corro a sus brazos- Pensé que ya no vendrías a pasar la navidad conmigo.

-Eso jamás pasará -limpia con la manga de su sudadera toda la máscara de pestañas que se había puesto antes de venir- Estás preciosa, la nieve te sienta bien.

-Opino igual que tú -río y vuelvo a abrazarla-

- ¿Tendrás alguno para mí? -aparece Thomas con un gorro que tiene orejas de reno- Ven aquí pequeña.

Salto de la emoción y voy a sus brazos, me revuelve el pelo mientras ríe al ver que he comenzado a llorar.

- ¿No han podido venir? -les pregunto con un nudo en el pecho-

No dicen nada, solo se apartan y dejan a la vista un taxi, lo miro a lo lejos esperando a que se abra la puerta. Pego un grito al ver que se están bajando de él mi madre, Marie y Margaret.

Me paso todo el trayecto mirando hacia atrás, intentado creerme que lo que está ocurriendo es verdad. Todas mis personas están aquí conmigo, en mi lugar favorito.

-Qué tal los esquís tío -ríe Thomas mientras le da golpes en la cabeza a Matheo-

-Mañana te daré una clase -le lanza un beso desde el espejo retrovisor-

Al llegar a Laponia me propuse entrenar a Matheo, sabía que a pesar de temer los esquís terminaría cogiéndoles cariño. Y así ha sido, su perreta duró varias noches, me que suplicaba que los tirara a la basura... Pero ahora se ha convertido en el entrenador más importante de aquí, solo necesitó un mes para conseguir todos los trofeos y premios de Laponia. Me aseguraba que su futuro estaba en los deportes pero no en el rugby, y sin duda ha encontrado a su compañero de locuras, la nieve y el esquí.

Mientras tanto yo me dedico a ir a la universidad todos los días, sin descanso, ya que ahora se aproximan los exámenes. Pero por las tardes voy a un centro de deporte en el que me han regalado una cancha lo suficientemente grande como para entrenar a niños pequeños amantes del vóleibol. Todo lo que necesito se ha trasladado aquí.

Al llegar a casa todos abren la boca y se sorprenden, no sé si ha sido por la casa o por toda la decoración navideña que le he puesto, al entrar te encuentras un árbol que es casi tan grande como la propia casa... Es lo que tiene ser un amante de la navidad.

-Es preciosa cariño -dice mi madre- Estoy segura que ya no te acuerdas de tu antiguo hogar.

-Jamás me olvidaré de Londres, y mucho menos del lugar donde fui tan feliz mamá- me agarro a su abrazo y la llevo dentro de casa-

-Ahora solo queda que me des un sobrino -ríe Melody-

-En tus sueños bonita -le niego con la cabeza- Solo tendrás sobrinos perrunos, hablando de ello -avanzo hacia el salón en busca de él- Os presento a copito, el nuevo integrante de la familia.

Una noche paseando por la calle nos encontramos a un pequeño Husky Siberiano bajo un coche, al acercarme no me gruñó, sino que corrió hacia mis brazos y se escondió bajo mi chaqueta debido al frío que tenía. Ahora es mi nuevo hijo.

-Oh pequeño de tu tía, ven aquí -corre Melody tras él-

Todos nos miramos y comenzamos a reírnos. Tenerlos aquí significa mucho para mí, a pesar de estar a tanta distancia buscamos momentos para reunirnos todos, ahora están ellos aquí pero en verano iremos nosotros.

Todas la noches salgo al balcón y doy las gracias al cielo, soy consciente de que se ha llevado a mi padre, y ese hueco nadie podrá remplazarlo... Pero me ha regalado a una familia perfecta, todos somos muy distintos, pero nos queremos igual. Espero que en todos estos momentos papá baje y esté a mi lado, siempre hay un plato de comida puesto para él, esos que tanto le gustaban.

Ah y por supuesto... Matheo sigue añadiendo canciones a su lista, solo que ahora en vez de añadirlas directamente las pone a todo volumen en el altavoz y me las dedica, mirándome a los ojos. Han sido unas cuantas, pero aún no soy capaz de mirarle mientras lo hace y no sentir estas  malditas mariposas.

vértigo y susurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora