LINDAS OVEJAS ASESINAS

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Pasaron algunas horas desde lo ocurrido en la isla de las sirenas, habían avanzado bastante y según Percy no tardarían en llegar a su destino

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Pasaron algunas horas desde lo ocurrido en la isla de las sirenas, habían avanzado bastante y según Percy no tardarían en llegar a su destino

Zaira deseo que Clarisse hubiera podido llegar también

Durante todo el viaje estuvo pensando en eso, ella debió de escapar en el otro barco salva vidas, y quizás, Tyson estuviera con ella

Sabia que no le agradaba del todo la idea de estar cerca de un cíclope pero confiaba en que Clarisse no lo dejaría abandonado por ahí si se lo cruzaba

—chicos —llamó su atención Annabeth.

Ambos voltearon

A lo lejos se divisaba una mancha de tierra: una isla en forma de silla de montar, con colinas boscosas, playas de arena blanca y verdes prados.

Percy lo confirmó

Habían llegado a la isla del cíclope.

Si piensas en "la isla de los monstruos" lo primero que te imaginarás será en un montón de rocas escarpadas y huesos esparcidos por la playa, como la isla de las sirenas

Pero aquel lugar no tenía nada de eso

Aunque había un puente de cuerdas sobre un abismo, lo cual no era buena señal

Era lo mismo que poner una valla publicitaria que advirtiese "algo maligno vive aquí"

Pero el lugar aparte de eso, parecía esas fotos de las  postales caribeñas

Tenía unos hermosos prados verdes, árboles frutales por doquier y playas de arena completamente blancas

Mientras navegaban por la orilla Annabeth inspiro profundamente aquel aire perfumado

—El Vellocino de Oro... —dijo y Zaira asintió.

Todavía no podía verlo, pero era capaz de sentir su poder a algunos metros de distancia

Ahora Percy si era capaz de crees que el vellocino era capaz de curar cualquier cosa, incluso el árbol de Thalia.

El pensar que deberían quitarle su vitalidad a aquella isla lo hizo sentir un poco de culpa, ese lugar era hermoso, casi un paraíso, pero no tenían otra alternativa

El campamento y todos los que habitaban en el estaban en peligro y su única oportunidad de evitar su destrucción sería el vellocino de oro.

En el prado que había al pie del barranco, se agolpaban varias docenas de ovejas. Parecían pacíficas, aunque eran enormes, tan grandes como hipopótamos.

Más allá, un camino subía hacia las colinas

En lo alto de ese camino, cerca del borde del abismo, se levantaba un roble descomunal. Había algo dorado que relucía en sus ramas

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