LA MISION DEL ORACULO

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Un silencio sepulcral se apoderó del lugar

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Un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Tanto cazadoras como campistas estaban demasiado sorprendidos como para articular palabra. Incluso Quirón permanecía procesando lo ocurrido.

Zoe fue la primera en romper ese angustiante silencio.

—¿Lo ve? Artemisa nos necesita, y ahora ya no tiene excusas para seguir reteniéndonos aquí —dijo, con los ojos fijos en Quirón.

El centauro suspiró, cargando el peso de la situación.

—Percy, Grover, lleven al Oráculo de vuelta al desván. Todos los demás, regresen a sus cabañas. Debo informar al señor D y luego tomaremos una decisión.

—¡Vamos, todos a dormir! —ordenó Thalia, y el grupo comenzó a dispersarse.

Quirón se alejó trotando hacia la Casa Grande, mientras Zaira se encargaba de que todos siguieran las órdenes. Solo cuando estuvo segura de que todos estaban en sus cabañas y ella también se retiro a su cabaña.

E Entro notando que Percy aun no se encontraba ahí, debía de seguir ocupado con el oráculo.

Se recostó por un momento sobre su cama mientras repasaba la profecía con algo de frustración. Ninguna parte de ella mencionada tan siquiera un poco algo sobre Annabeth.

Se sobresaltó cuando tocaron su puerta un par de minutos después.

Se levanto y abrió.

—Zaira, Dioniso ha convocado un consejo de los líderes de cada cabaña para analizar la profecía —Le aviso Silena de inmediato en el momento en el que abrió la puerta.

—¿ahora? —ella asintió— entonces vamos

Salió de la cabaña y ambos comenzaron a caminar hacia la casa grande.

El consejo se celebró alrededor de la mesa de ping pong, en la sala de juegos. Dioniso hizo una seña y surgieron bolsas de nachos y galletitas saladas y unas cuantas botellas de vino tinto. Quirón tuvo que recordarle que el vino iba contralas restricciones que le habían impuesto, y que la mayoría de ellos eran menores. El señor D suspiró. Chasqueó los dedos y el vino se transformó en Coca Diet. Nadie la probó tampoco. 

Zaira se había sentado aun lado de los hermanos Stoll, los cuales le cedieron el que debía ser su puesto pues este estaba justo alado de las cazadoras.

Un par de minutos después entro a la habitación Thalia que era seguida por Percy y Grover.

Zoë abrió la reunión con una nota positiva: 

—Esto no tiene sentido.

—¡Nachos! —exclamó Grover, y empezó a agarrar galletitas y pelotas de ping pong a dos manos, y a untarlas con salsa.

—no hay tiempo para charlas —prosiguió Zoë— nuestra diosa nos necesita. Las cazadoras hemos de partir de inmediato

—¿a donde?

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