EL ARREPENTIMIENTO DE UN DIOS

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Ambos bajaron del taxi en silencio, el aire cargado de expectativa

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Ambos bajaron del taxi en silencio, el aire cargado de expectativa. Zaira ajustó la mochila en su hombro, mientras Percy luchaba con la curita en su mejilla, intentando que no pareciera tan ridículo. Cada vez que su dedo rozaba la tela adhesiva, su corazón latía con más fuerza.

—¿Así está bien? —preguntó con un hilo de voz, buscando la aprobación de Zaira.

Ella soltó una suave risa, una que logró calmar un poco su nerviosismo.

—Está bien, Percy. Relájate —le sonrió, revolviendo su cabello en un gesto casi fraternal—. Como te dije en el campamento ese día, pase lo que pase, estaré contigo.

Sus palabras lo reconfortaron, aunque el peso de la misión aún pesaba sobre sus hombros. Ella lo apodó con una sonrisa astuta:

—Ahora, pequeño Jackson, entremos ahí... y evitemos una guerra.

Percy asintió con determinación renovada. Ambos se dirigieron hacia las puertas del gran edificio. Al cruzar el vestíbulo, caminaron con paso firme hasta llegar a la recepción, donde un hombre con el rostro oculto tras una pila de papeles apenas alzó la vista.

—El tour empieza en el letrero —dijo con desinterés.

—No vinimos por el tour —interrumpió Zaira, colocando el rayo de Zeus sobre la mesa con un sonido que pareció sacudir la estancia—. Vinimos a ver a Zeus.

El hombre miró el objeto, sus ojos ensanchándose en incredulidad. Tragó saliva, consciente de la gravedad de lo que se le había puesto frente a él.

—No tienen cita previa... —balbuceó, sus dedos temblorosos rebuscando en su bolsillo hasta sacar una pequeña llave—. Pero... supongo que pueden pasar.

Zaira tomó la llave con un agradecimiento breve y Percy volvió a sujetar el rayo, sintiendo cómo la tensión en sus músculos se incrementaba.

—Fue más fácil de lo que pensé —murmuró Percy mientras se dirigían al ascensor.

Zaira soltó una carcajada seca, una que escondía más experiencia de la que Percy entendía.

—Créeme, Percy. Subir aquí nunca es fácil. Normalmente, puedes pasar horas intentando que ese tipo te dé la llave.

Percy la miró sorprendido.

—¿Has subido antes?

—Un par de veces, para solsticios... o misiones peligrosas —respondió Zaira mientras insertaba la llave en una cerradura oculta.

El ascensor tembló ligeramente antes de comenzar su ascenso. Una música de fondo, molesta y fuera de lugar, llenó el silencio entre ellos.

—Respira, Percy. Estaremos bien. Tú estarás bien —le aseguró Zaira, aunque él notó un leve temblor en su voz.

—¿Estás segura?

Zaira lo miró directamente a los ojos, y por un segundo, Percy vio la dureza de alguien que había enfrentado peligros mayores que él.

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