MI PADRE ME CAE MAL

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Luego de prácticamente echar a Percy del auto después de confesar ciertas cosas sobre su pasado, apagó la música con un suspiro

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Luego de prácticamente echar a Percy del auto después de confesar ciertas cosas sobre su pasado, apagó la música con un suspiro. Sabía que el descanso sería un lujo durante la misión, así que aprovechó el momento para dormir, aunque la culpa la mantenía en vilo, impidiéndole cerrar los ojos.

Finalmente, después de dar varias vueltas, el sueño la venció, pero su descanso fue breve y perturbador. Para su sorpresa, se encontraba en otro sueño. Frustrada, suspiró, esperando lo peor. Pero cuando levantó la mirada, lo que vio la dejó sin aliento.

Frente a ella se alzaba un majestuoso palacio griego de mármol y oro, su estructura brillaba con una luz divina, como si el mismísimo sol hubiera sido atrapado en sus columnas. Nunca había visto algo tan grandioso, ni siquiera en los templos en los que había estado antes. Era como si el mismo Olimpo hubiera sido arrancado de los mitos y colocado frente a sus ojos.

Su asombro fue interrumpido abruptamente por el eco de pasos firmes que resonaban en el mármol. Una voz, familiar y cargada de impaciencia, se aclaró la garganta, llamando la atención del hombre que observaba la vista con la espalda hacia ellos, a pocos metros de distancia.

—Zeus —dijo la voz con seriedad— tengo noticias.

El nombre del dios hizo que el horizonte se encendiera con relámpagos furiosos. Thalia sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando se dio cuenta de dónde estaba. Esto no era un simple sueño, era el Olimpo.

Conteniendo la respiración, miró atentamente a las figuras que protagonizaban su visión. No todos los días se tenía la oportunidad de ver a un dios de tan cerca, mucho menos a su propio padre.

—¿Qué sucede ahora, Hermes? —la voz de Zeus resonó por todo el salón como un trueno lejano, poderosa y fría, haciendo eco en las columnas de mármol. Thalia tuvo que tragar saliva para calmar el temblor que la sacudía.

Hermes, que había estado vacilando, dio un paso adelante, claramente incómodo, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar pudieran desencadenar algo mucho peor que una tormenta.

—Es sobre una semidiosa —dijo con cautela, observando el perfil de Zeus, quien seguía dándole la espalda, como si el mensaje que traía no fuera más que una molestia insignificante—. Ha sido reclamada...

Zeus giró apenas la cabeza, lo suficiente para que su perfil quedara iluminado por los relámpagos en el cielo. Su paciencia, claramente, se agotaba.

—Hermes, sabes que detesto perder mi tiempo con trivialidades. Si no tienes algo de verdadera importancia que decirme, te sugiero que te vayas —espetó Zeus, su voz cargada de advertencia.

Hermes bajó la mirada por un instante, como si no quisiera continuar, pero algo en sus ojos, un destello de culpabilidad, lo hizo seguir adelante.

—Por Poseidón —dijo al fin, cada palabra cargada de una tensión palpable—. La semidiosa de la que hablo... ha sido reclamada por Poseidón.

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