EL ULTIMO CORTE

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...

Zaira abrió los ojos lentamente. Su cuerpo dolía, y un mareo persistente le revolvía el estómago, haciéndole temer que vomitaría en cualquier momento. Se incorporó con dificultad, notando que estaba de vuelta en la celda. Maldijo por lo bajo, frustrada por su situación.

Con apenas dos pasos lejos de la cama, el sonido metálico la detuvo. Bajó la mirada, solo para encontrar grilletes alrededor de sus muñecas, conectadas a cadenas que la retenían en su lugar. Tiró de ellas con fuerza, pero la opresión de las cadenas la hizo gruñir de impotencia.

—No intentes romperlas, son las mismas con las que encadenamos a Artemisa —dijo una voz burlona desde la oscuridad, disfrutando de la situación—. Están hechas de bronce celestial, ¿bonitas, no?

Zaira se dio la vuelta de inmediato, frunciendo el ceño al ver a la dueña de aquella voz. Una figura se recortaba en la penumbra, sosteniendo un libro en las manos, jugando con el de un lado a otro, como si el asunto fuera un juego. A su lado se encuentras dos pares de Dracaenas

—Ya sabes quien soy, pero me presento de nuevo —continuó la chica, con una sonrisa arrogante—, me llamo Lara, hija de Hécate.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Zaira, con la voz cargada de irritación, mientras intentaba mantener la calma.

—Los hombres de Luke llegaron, con Diakopi. El quiere comenzar con el proceso lo antes posible

El nombre hizo que el corazón de Zaira se detuviera por un segundo. Diakopi . La palabra escapó de sus labios como un murmullo, mientras daba un paso atrás instintivamente.

Lara no le dio tiempo para procesar la información.

—Agárrenla y llévenla fuera —ordenó sin emoción.

Las Dracaenas no esperaron más. Se lanzaron hacia Zaira con rapidez, sus colas reptando por el suelo de piedra. Zaira intentó defenderse, pero las cadenas que ataban sus manos y ahora también sus pies la dejaron indefensa. Cada movimiento era torpe y doloroso, ya pesar de su esfuerzo por mantenerse en pie, las Dracaenas la derribaron con facilidad. Sus manos afiladas la sujetaron con fuerza, mientras Zaira forcejeaba inútilmente.

Zaira fue arrastrada por las Dracaenas a lo largo del pasillo oscuro y húmedo, el eco de sus cadenas resonando en la cueva. Aunque intentaba mantener la calma, el dolor de las cadenas y el frío del suelo le recordaban su vulnerabilidad. Lara caminaba delante de ellas con una expresión de evidente desagrado, como si la tarea que estaba realizando fuera una molestia más que una obligación.

Ella reconoció el camino casi de inmediato. La sección de la cueva a la que se dirigían era la misma donde había visto por primera vez al general. Su estómago se revolvió al recordar aquel encuentro. Y allí estaba él, de pie, imponente y cruel como siempre. A su lado, Luke, se encontró con una expresión de impaciencia en el rostro. Sus ojos apenas se apartaban de la caja que sostenía con ambas manos, una caja pequeña pero que irradiaba una sensación oscura y amenazante.

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