EL VELLOCINO DE ORO

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—¡He atrapado a Nadie! —decía Polifemo, regodeándose

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—¡He atrapado a Nadie! —decía Polifemo, regodeándose.

Se deslizaron hasta la entrada de la caverna y al asomarse vieron al ciclope, que sonreía con aire malvado mientras sostenía un puñado de aire

El monstruo agitó el puño y una gorra de béisbol cayó al suelo planeando.

Allí estaba Annabeth, sujeta por las piernas y retorciéndose boca abajo.

—¡Ja! —dijo Polifemo— ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo otra muy peleona para casarme ¡A ti te voy a asar con salsa picante de mango!

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida.

Tenía un corte muy feo en la frente y los ojos vidriosos.

Zaira apretó los puño mientras Thalassa hacia aparición, entonces volteo a ver a Percy y este asintió, teniendo ambos la misma intensión

—vamos a atacarlo, nuestro barco esta en la parte de atras de la isla, tu y Grover deben..

—Ni hablar —dijeron los dos al mismo tiempo.

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope, Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecía demasiado contento, pero lo blandía como si fuese una porra.

—Atacaremos juntos —gruñó Clarisse.

—Sí —dijo Grover.

Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese coincidido en algo con Clarisse.

—Está bien —dijo— Plan de ataque Macedonia

ellos asintieron.

Los cuatro habíamos pasado los mismos cursos de entrenamiento en el Campamento Mestizo

Sabían de qué estaban hablando.

Ellos se deslizarían a hurtadillas y atacarían al cíclope por los flancos mientras ella atraía su atención por el frente.

Seguramente, aquello significaba que morirían todos, y no sólo ellos dos, pero no por eso dejaban de agradecer su apoyo.

—¡Eh, tú, bicho horrible!

El gigante giró en redondo.

—¿Otro? ¿Tú quién eres?

—Déjala en paz, soy yo el que te insultó

—¿Tú eres Nadie?

—¿¡pues quien mas podría ser inepto!? —Zaira le grito— ¡Yo soy Nadie y a mucha honra! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí, quiero... sacarte el ojo otra vez

Zaira soltó una carcajada que retumbo por todo el lugar mientras polifemo parecía estallar de la ira

—¡¡Raaaarrr!! —rugió.

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