Carlos.

811 33 4
                                    

La mejor estación del año acababa de llegar, el frió se colaba por mi piel causando que mis mejillas y nariz se sonrojaran sin remedio. Veía los árboles que adornaban el patio de mi casa y las hojas caían de ellos con suavidad. El otoño no era mi estación favorita, de hecho, ninguna lo era, sin embargo, desde que conocí a Carlos me habia enamorado de ella.

Cuatro años antes recordaba estar saliendo de mi tienda favorita con la intención de volver a casa, sin embargo, una fuerte lluvia lo impidió.

—El otoño está por llegar.— Escucho una voz a mis espaldas que me pone los pelos de punta.

—¿Perdón?— Le pregunto con gentileza, a pesar de haber escuchado.

—Esta lluvia anuncia la llegada del otoño.— Habla con claridad, cuando se posa a mi lado tengo una oportunidad para detallarlo.

Tiene una camisa de botones blanca y unos pantalones negros, su cabello es de color negro y sus ojos son oscuros, tanto que mirarlos parecía caer en un vacío. Su gruesa mano sostenía un paraguas sin abrir y una sonrisa se colaba en su rostro.

—¿Eres el genio del clima o algo así?— Le pregunto de forma sarcástica.

—No, pero amo el otoño.— Responde riendo. Sus ojos me inspeccionan en busca de algo, cuando menos lo pienso estira su brazo y me ofrece el paraguas.

—No es necesario... Ya llamé un taxi.— Le confieso con algo de vergüenza.

—Te puedo llevar yo.— Sugiere, yo lo miro algo confusa.

—¿Quieres que entre en el coche de un desconocido?— Le pregunto.

—Bueno, un taxi también lo es... Así que, ¿qué dices?— Pregunta con algo de coqueteo, yo volteo los ojos mientras sonrió.

—Está bien, si me pasa algo que sepas que mis papás ya tienen la placa de tu auto.— Le digo, este me mira con sorpresa.

—Eres rápida.

—Un poco.— Me subo al Ferrari y el ambiente se siente cálido, podría estar ahí siempre.

—¿Dónde vives?— Me pregunta encendiendo el auto.

Le doy la dirección sin prejuicios y nos ponemos en marcha.

—Tienes un acento un poco... Peculiar, no eres de aquí, ¿cierto?— Le pregunto.

&Llevo casi un año viviendo aquí, sin embargo aún no mejora mi acento, soy de España.— Responde y yo confirmo mis sospechas.

—España, un país bonito.— Le digo, este asiente.

—Por cierto, mi nombre es Carlos.— Se presenta, por poco se me olvida ese detalle.

—Un gusto, Carlos. Mi nombre es Jane.— Me presento ante él con algo de nervios.

En el trayecto las risas y curiosidades de ambos no faltaron, Carlos era un hombre gracioso e innegablemente apuesto. Poco tiempo después llegamos a mí casa.

—Fue un gusto conocerte, Jane.— Se despide el pelinegro.

—Lo mismo digo.— Me despido saliendo del auto, entro a mí casa con un sentimiento de nervios, por alguna razón su compañía me hizo sentir tranquilidad.

Ahí fue la primera vez que conocí al hombre que hoy puedo llamar mi esposo, el hombre que me hizo amar el otoño. Creía que el destino era un invento de la sociedad, sin embargo, cuando me crucé a Carlos de nuevo empecé a pensar en qué de verdad era necesario estar juntos.

Siento un peso a mi lado y unos brazos rodearme fuertemente, la calidez cobra vida y el viento sopla más fuerte.

—Vamos adentro.— Me pide, yo le obedezco.

Nos adentramos en la casa con rapidez, ya se estaba haciendo tarde y no quería enfermarme.

—Carlos, ¿me amas?— Le pregunto con los ojos llorosos cuando nos encontramos en la cama.

—Te amo demasiado, Jane. No imaginas cuánto.— Me confiesa y mis manos empiezan a temblar.

—Yo... Yo no sé cómo decirte esto.— Le digo, Carlos me mira asustado.

—¿Qué pasó, mi vida?— Pregunta con preocupación.

—Simplemente paso algo que yo no quería que pasará, sin embargo no quiero que te alejes de mí por eso.— Le confieso con miedo aumentando la tensión del momento.

—No quiero pensar en cosas malas, dime qué está pasando.— Pide.

—Creo que estoy embarazada.— Hablo rápidamente.

—¿Qué?

—Lo sé, no queremos eso. Tu trabajo, el mío, nuestros papás... Lo siento.— Empiezo a llorar suavemente.

—Jane, ¿no quieres ser mamá en este momento?— Pregunta asimilando la situación.

—No quiero que esto sea un impedimento para tu vida.— Confieso con temor.

—No te pregunté eso, amor. A mí no me molesta la idea de tener un hijo con el amor de mi vida.— Dice y me mira fijamente con nervios, los veo en su rostro.

—¿Enserio? Sabes que puedo no tenerlo...— Le explico.

—Yo quiero, ¿tú quieres?— Pregunta con calidez.

—No lo sé, tengo miedo, además aún no estoy segura si es verdad lo que estoy diciendo.— Digo.

—Mañana iremos al hospital, pediremos que te hagan un examen de sangre para estar seguros.— Me avisa, yo asiento.

—Gracias por todo, amor.— Le digo, Carlos me abraza con fuerza.

—Pase lo que pase estaré aquí, nada me impedirá estar contigo.— Me aclara, yo me acurrucó en su pecho hasta estar dormida.

La noche paso rápidamente, lamentablemente unas horribles nauseas me hicieron despertarme a las seis de la mañana, Carlos me acompaño al baño y me cuido como pudo. A las pocas horas fuimos al hospital y era imposible negar que los nervios de manos eran impresionantes.

Un doctor nos atendió amablemente, tomo muestras de sangre y hablamos sobre mis síntomas, dijo que posiblemente era cierto mi pensamiento y nos dijo que en tres días los resultados estarían listos. Carlos y yo salimos indudablemente felices, ya que lo pensaba tener un bebé de Carlos y mío no sería tan malo, amaría ver a mi esposo siendo papá.

Durante esos tres días Carlos me consintió como más pudo, cumplió mis antojos y nuestra decisión estaba totalmente clara, si la prueba daba positivo seríamos los mejores papás. Mi esposo incluso estaba ilusionado con vestir al bebé únicamente con ropa de Ferrari, yo simplemente reía ante sus ocurrencias.

—Estoy demasiado nerviosa.— Le digo a Carlos.

—Todo estará bien, el resultado que sea no va a cambiar mi amor por tí.— Me tranquiliza, yo asiento algo mas calmada.

Entramos al consultorio y el doctor me recibe sonriente.

—Buenos días, ¿cómo han estado?— Pregunta cortésmente.

—Con ilusión.— Respondo por ambos.

—No esperemos más, abramos este sobre.— Dice y procede a abrir el sobre, cuando lo termina de leer nos mira.— Felicidades, van a ser padres.

Inmediatamente Carlos me sumerge en un abrazo profundo, las lágrimas salen sin control de mi rostro. Iba a tener un hijo de Carlos y mío, nuestro hijo. No podía ser más feliz como lo estaba en ese momento.

Más tarde decidimos contarle a nuestras familias por videollamada, definitivamente este tenía que ser el mejor día de mi vida.


....
Hacia tiempo que no nos veíamos...
Carlos papá me genera maripositas.

Escribí esto mientras Colombia juega, los nervios me consumen. Oremos por mi patria.

One Shots || Fórmula 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora