Oscar.

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Mis papás ejercían todo el poder contra mí. Eligieron a mi esposo, eligieron mi casa, eligieron mi vida.
Ser hija de padres influyentes y, a parte, obsesionados a su trabajo, no es para nada bueno.
A mis diecisiete años ya tenían preparado quien sería mi próximo esposo, a lo que obviamente pelee con todas mis fuerzas, pero de nada valió. A mis dieciocho ya tenía un anillo en mi dedo y una casa en la que vivir con mi pareja. Muchas veces le insisto a mis padres que me dejaran vivir una vida normal, ir a la universidad, trabajar, pero ellos se negaron rotundamente.

Mi esposo, un hombre de veinticuatro años, inversionista en fórmula 1, no era el mejor hombre. Nunca me había agredido, no de manera física, pero sus palabras hacia mi siempre eran despectivas, dejando en claro que estaba conmigo solo por orden de nuestros padres.

Hace unos días, mi esposo y yo celebramos nuestro segundo aniversario de casados, e, igualmente mi cumpleaños número veinte. Me llevo a cenar y fueron más las poses que hicimos para las cámaras, que los platos que comimos. Obviamente, apreciaba su regalo, pero ambos sabíamos que ninguno amaba al otro.
La mayor sorpresa fue que me invitó a ver un espectáculo de fórmula 1, justamente en Australia. Aprecie el gesto, y, obviamente acepté, estar en casa me estaba volviendo loca.

Ya llevaba dos días en Australia y de momento, era mi lugar favorito en el mundo. Cuando mi esposo debía estar en su trabajo, yo me quedaba en el hotel viendo las hermosas vistas por la ventana, pero hoy no era el caso, tenía demasiada hambre y no quería llamar a recepción, por lo que encontré una excusa perfecta para salir de mi encierro. Lentamente abrí la puerta y salí de la habitación, me sentía como Rapunzel la primera vez que toco tierra.

Me adentré en el ascensor y, antes de que las puertas de estas se cerrarán entro un chico rubio de lunares y se hizo a mi lado. Por alguna razón, mi cara se sonrojo, sentía que debía por lo menos saludarlo.

—Buenos días.— Le dije suavemente con mi cabeza mirando al piso del ascensor.

—Hola.— Responde este y yo lo miro.

—¿Como estás?— Pregunto con nervios.

—Bien.— Responde un poco cortante.

Yo me quedo en silencio, sin saber que decirle. La puerta del ascensor se abre y él sale apurado, mientras que yo intento asimilar esa pequeña conversación. Doy un paso para salir del ascensor pero al mirar el suelo me doy cuenta de que el chico dejó caer su pasaporte, lo recojo e intento buscar a su dueño, pero este no está por ningún lado. Pienso en si dejarlo en la recepción es la mejor idea, pero rápidamente la descarto, quiero ser yo quien se lo entregue. Miro el nombre del pasaporte y veo que es de un tal Oscar Piastri, por lo que deduzco que así se llama el chico del elevador.

Sin pensar mucho en esa situación, decido ir a una cafetería cerca del hotel por unos cupcakes, definitivamente mis favoritos. Cuando los tengo en mi mano, pago con un poco dinero que tenía en mi cartera, vuelvo al hotel y me encuentro de frente a mi esposo.

—¿Qué haces fuera de la habitación?— Me habla de forma ruda.

—Estaba comprando cupcakes...— Le respondo.

—¡Eres tonta! Te dejé claro que no salieras de la habitación.— Me habla fuerte y un escolta suyo llega a decirle que se calme ya que puede atraer a la prensa.

—Lo siento, perdoname.— Le ruego.

—Tendras que hacer algo muy bueno por mi si quieres ser perdonada.— Habla en mi oído y yo lo miro con confusión.

—¿Qué?— Pregunto.

—Sabes a que me refiero.— Dice y yo no puedo creerlo, ¿quiere que me acueste con él solo por un perdón? Definitivamente no quiero.

—No, por favor, puede haber otra solución.— Intento hacer que descarte la idea.

—No la hay.— Responde, rodea mis hombros y me dirige hacia el ascensor saludando amablemente a quien se encuentre por ahí.

Veo de nuevo al chico del ascensor y este tiene una mirada como si estuviera buscando algo, o a alguien, pero yo solo pienso en devolverle el pasaporte, tal vez así me salve de lo que está a punto de pasar.

—¡Oscar!— Grito para llamar su atención y mi esposo me mira raro.

El chico se dirige hacia mi y yo corro hacia donde está él.

—¿Qué estás haciendo?— Pregunta mi esposo y yo no sé qué responderle.

—Oscar es un conocido mío, hace mucho no lo veía...— Miento.

—Si sabes que él es un piloto, ¿cierto?— Pregunta mi esposo y yo me quedo pálida.

—Claro que lo sabe, como te dijo, nos conocemos.— Responde por fin el chico y mi corazón se tranquiliza.

—Addison, ve a la habitación, espérame ahí.— Ordena mi pareja, pero yo no le hago caso.

—No, Oscar me llevará a conocer unos lugares.— Le respondo firme.

—Addison, sabes lo que pasará si cruzas la salida del hotel.— Advierte y la verdad, poco me importa.

—Te veo luego, Joseph.— Me despido de mi esposo y Oscar camina a mí lado.

Cuando salimos este inmediatamente me abre la puerta del coche y yo entro, derrumbada en lágrimas.

—¿Estás bien?— Pregunta.

—No, mis padres me van a matar...— Respondo entrecortada.

—No tienes porqué temer, no estás sola.— Dice y yo solo lloro más.

—¡Claro que sí estoy sola! Mis padres no me quieren, mi esposo es una farsa, no tengo amigos.— Digo descontrolada.

—Cuenta conmigo.— Responde y yo lo miro sorprendida.

—Eres un desconocido.— Le recuerdo.

—Entonces conozcámonos.— Propone.

Los días pasaron y mis padres estaban completamente decepcionados de mi, intenté explicarles la situación, pero ellos rápidamente me ignoraron. Joseph no había ni intentado llamarme, y eso era un gran alivio para mí. Decidí empezar de cero y rehacer mi vida, sin importar que no tuviera ni un peso. He de admitir que Oscar para mí ha sido el único apoyo que he tenido, me permitió vivir en su casa, aunque al principio no acepté por pena a sus padres, pero luego me hicieron sentir una más de ellos.

Ya habían pasado meses, y miento si digo que no siento cosas por Oscar. Ha sido atento y amoroso conmigo desde el primer día, sin embargo, no quiero arruinar las cosas entre nosotros.

—¿Quieres ver películas hoy?— Pregunta y yo asiento.

—¿Barbie?— Pregunto y este hace mala cara.

—Está bien...— Responde y yo río.

Luego de preparar palomitas nos sentamos a ver películas en la sala, Oscar pone una mano en mi pierna y yo dejo de respirar por unos segundos. Ambos estamos cubiertos con una manta, y por mi parte, siento que el calor cada vez sube más rápido a mí cara. Oscar sube su mano y roza mi pelvis, causando un brinco de mi parte.

—Perdón...— Habla con vergüenza.

Lo miro y me abalanzó sobre el, sus labios besan los míos, mi humedad roza su miembro cubierto por unos shorts y sus fuertes manos se posan en mis glúteos. Seguimos besándonos hasta que a mí me da un ataque de risa y me recuesto en su pecho.

—¿Qué estamos haciendo?— Pregunto dudosa.

—Me encantas, Addi.— Responde y besa mis labios suavemente.

—Y tú a mí, Oscar.— Le correspondo.


...

not my best, pero, amo el drama.

El siguiente One Shot va a estar potente... Caliente. 🫣

One Shots || Fórmula 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora