Este es un capítulo que le sigue al primer one shot. Como vi que muchxs querían que Max sufriera, entonces lo haremos realidad.
Los rumores nunca faltan. Hace poco unas fotos mías hablando con el doctor se habían filtrado causando un montón de hate hacia mi persona. Este dolor casi igualaba la perdida de Max, sin embargo, me reconfortaba saber que pronto tendría a mí bebé en brazos.
Últimamente muchas cosas pasaban por mi cabeza, Victoria -la hermana de Max- se había contactado conmigo para hacerme saber qué tenía su apoyo, al igual que el de su madre. En cambio, Jos se había encargado de llamarme a decirme un montón de barbaridades y que agradecía que su hijo hubiera dejado a una zorra como yo, justo así lo dijo. Max, por otra parte, se le veía más feliz que nunca, su nueva novia aparecía en las carreras, se besaban en público, se comentaban los posts de Instagram y se veían muy enamorados, era imposible no sentir celos, enojo y lo peor de todo, decepción.
Un día como cualquier otro iba para mí trabajo, el antojo de unas donas de mermelada de mora taladraba mi cabeza, sin pensarlo más entre a la primera cafetería que vi. Una grata sorpresa me llevé cuando encontré un cabello rubio que reconocería donde fuera, quería irme corriendo, pero también quería gritarle y hacer que pagará todo lo que me hizo.
-Una dona de mermelada de mora, por favor.- Le pido a la chica que atiende, siento dos ojos mirándome profundamente.
Ninguno de los dos hablo, lo miré y juro por Dios que esos ojos penetraron mi corazón, él no se veía bien. La chica me entregó mi pedido y salí inmediatamente de ahí, pero una mano me impidió hacerlo.
—¿Cómo estás?— Pregunta.
—Oh, hola, Max. Estoy bien.— Suelto mi mano a pesar de que mi corazón está ardiendo.
Su mirada baja a mi estómago, y efectivamente, ve una panza de embarazo.
—Sí lo estás...— Exclama con sorpresa.
—No, de seguro es de mentira. ¿Enserio creíste que te mentí?— Pregunto con enojo.
—No sé, no sabía que pensar.
—Ese es tu problema, Max. Nunca piensas en los demás, sólo en tí.— Le digo, este me mira con algo de tristeza.
—No puedo tener un hijo a estas alturas, tú lo sabes, estoy a punto de ganar mi primer campeonato.— Exclama, yo lo miro preguntándome si en verdad Max sabe lo que está diciendo.
—Entonces que sugieres, ¿que no tenga a mi hijo? No necesito tu ayuda, desde hace mucho dejé de necesitarla.— Le confieso.
—¿Cómo sé si es mi hijo?— Pregunta con desconfianza.
_No quiero escucharte más, me voy.— Salgo de allí rápidamente, no entiendo desde cuándo Max se volvió tan cínico.
El camino al trabajo fue terrible, mi mente no paraba de pensar y las lágrimas salían inevitablemente. Lloré tanto que sentí que mi corazón ya no existía, que había sido consumido por las gotas saladas que salían por mis ojos. Cuando menos lo pensé, mis ojos se cerraron en medio de la calle.
El olor, el sonido y las vibras de hospital me hicieron abrir los ojos abruptamente preguntándome si esto era un sueño. Tenía agujas clavadas en mis muñecas suministrandome suero, me dolía horrible esa sensación. Mi primer instinto fue tocarme la panza, y mi corazón latió fuerte cuando no sentí a mi bebé.
—Ya despertaste.— Habla una voz a mi lado, Mateo.
—¿Qué pasó?— Pregunto con desesperación.
—Pasaron muchas cosas, no quiero ser yo quien te cuente esto.— Dice tomando mi mano, yo la suelto con miedo.
—Dímelo.— Le ordeno.
—Te golpeaste muy duro contra el pavimento, lamentable el bebé no lo soporto. Todos creímos que tú tampoco despertarias, llevas dos semanas aquí.— Confiesa, sin embargo yo no hago nada, me quedo en shock de inmediato.
No lo puedo creer, todo esto es culpa de él. En ese momento, con la mano en el corazón le desee todo el mal del mundo, porque me quito lo único por lo que seguía en esta vida luchando.
Mateo me habla pero yo no lo escucho, solo quiero largarme de este lugar.—¿Me puedo ir ya?— Le pregunto a la enfermera que entra a ver mi estado.
—No señorita, aún tiene más exámenes.— Responde con lástima.
—Necesito mi teléfono.— Exclamo hacia Mateo.
—Voy a ir al apartamento por él, vuelvo en la tarde.— Se despide con un beso en el dorso de la mano, agradezco cuando quedo sola en la habitación.
Las lágrimas por fin salen, pero solo son lágrimas silenciosas. Culpo a Max, culpo a su familia, culpo a su padre, culpo a sus fans, culpo a su trabajo, culpo a sus amigos por habérmelo presentado, los culpo por esto que me está pasando. El dolor inunda mi cuerpo, el sonido de las gotas de suero cayendo arruinan mi poca estabilidad y quiero gritar, gritar porque a pesar de todo lo que está pasando, quiero que Max esté aquí diciéndome que todo va a estar bien, porque le creería.
En las horas de la tarde Mateo trajo mi teléfono y luego se fue a una reunión del trabajo, yo estaba pensando en sí hacer lo que iba a hacer estaba bien, si me serviría en algo. Decidida, abro Instagram y mis letras fluyen, mis manos no paran de relatar lo sucedido.
Me considero una mujer fuerte, una mujer que no le tiene miedo a nada, o por lo menos, me consideraba. El múltiple odio que llena mi bandeja de mensajes es increíble, creí soportarlo, pero la perdida de mi bebé me dio las fuerzas para hablar todo lo que callé en su momento. Llevaba años de relación con Max, y cuando todo terminó me negué a aceptarlo, me cegue porque Max Emilian era la única persona que yo tenía en mi vida.
Su rechazo hacia mí y hacia nuestro bebé me demostró que algo más estaba pasando, y lo que estaba pasando tenía nombre y apellido, una mujer. No pretendo quedar como una inocente, sé que cometí muchos errores con él, pero ninguno se compara a los suyos. Dejarme tirada en la calle con su bebé en mis adentros fue lo primero que hizo, después, negó completamente a su hijo, además de eso apoyo el odio que recaía sobre mí, y por su culpa también perdí lo que más amaba.
Confío ciegamente en que todo lo que me hizo no quedará en vano. No tengo necesidad de mentir con esto, no me servirá de nada. Sin embargo, espero que abran los ojos y aclaren sus ideales sobre él. Lo que me hizo nunca tendrá mi perdón.
Lo posteo en Instagram con la sangre ardiendo, aunque mi alma se sentía más liberada. Cierro mis ojos por un momento hasta que mi teléfono comienza a notificar las interacciones de las personas con la publicación. No quiero mirarlas porque sé que mi tranquilidad acabará, así que pongo el teléfono en silencio.
Una semana había pasado y por fin estaba en el apartamento, creía que era momento de revisar por fin el teléfono. Me sorprendí cuando muchas personas mostraban apoyo por mí, y de alguna forma me alegro ver que la reputación de Max había caído.
Las semanas siguientes me sentía peor, Max había venido en múltiples ocasiones al apartamento, que por cierto nunca supe cómo había logrado encontrarme. Su hermana y su madre aún seguían preguntando por mi estado, Max se sentía arrepentido, lo sabía. Cada parte de mí aún me recordaba a mí bebé, pasaba horas llorando en la habitación. Mateo había sido un gran apoyo.
Cuando llegó el fin de año, Max había ganado el campeonato, sin embargo el costo de este fue que se tuviese que retirar, ya había perdido toda credibilidad, nunca se volvió a saber mucho de él.
Poco a poco me fui recuperando, y aprendí el valor de ser resiliente, porque a pesar de haberlo perdido todo, había ganado mucho.
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One Shots || Fórmula 1
FanfictionHistorias cortas de todo tipo con nuestros amados pilotos.