Sebastian.

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El olor a hospital se hacía presente en todo mi cerebro, y, aunque normalmente estaba acostumbrada a esto —pues trabajaba en el lugar— está vez era diferente, demasiado diferente.

Entro a la habitación que me indica el doctor y puedo sentir como todo mi cuerpo tiembla, ¿qué había pasado?

En la cama se visualizaba un cuerpo conectado a maquinas que le permitían sobrevivir, podía escuchar las gotas de suero caer. Tomo asiento en la silla que hay al lado de la cama y miro el rostro del hombre con miedo.

—Seb, despierta.— Hablo con lágrimas en mi rostro.

No hay movimiento, únicamente el silencio me responde como un golpe en el corazón. El accidente del rubio había sido ayer, y Sebastian aún no quería despertar. Los médicos me habían dicho que el golpe en la cabeza había sido fuerte, además, uno de sus brazos sufrió un gran impacto, quedando inmóvil hasta el momento.

Su cara se veía apagada, agotada. Sin poder contenerlo suelto algunas lágrimas que no puedo contener más, necesitaba a Sebastian de vuelta.

[...]

Una semana después por fin el rubio dio señales de despertar, y fui yo quien estuvo ahí con él.

—Sebastian, ¿me escuchas?— Pregunto esperanzada.

—Uhm.— Responde vagamente, sin ánimos.

Le aviso rápidamente a una enfermera y está llama al doctor, quien hace todo el proceso para saber si estaba bien, por fin.

—Sebastian, ¿recuerdas lo que pasó?— Le pregunta después de un rato.

—No.

Luego de varios monosílabos como respuesta el doctor hizo la última pregunta que sin duda, rompió mi corazón.

—¿Reconoces a Ivonne?— El doctor me señala.

—No, no sé quién es ella.— Responde firmemente.

Mis ojos se llenan de lágrimas, esto no podía ser real, hace menos de dos semanas estábamos viviendo nuestra mejor vida... estábamos planeando nuestra boda.

El doctor me pide salir de la habitación y yo obedezco de inmediato, sintiendo el corazón roto en miles de pedacitos.

Las náuseas se hicieron presentes en mí estómago, busco el baño más cercano y vómito hasta sentirme exhausta, ni siquiera había comido. El dolor en mí estómago se hizo evidente, fui a buscar algo a la cafetería luego de recuperarme.

Cuando la familia de mi prometido se enteró que había perdido gran parte de sus recuerdos, las lágrimas abundaban en esa sala del hospital, los entendía completamente. Mi suegra me extendió sus brazos y me abrazo hasta que les dijeron que podían pasar a verlo, yo no me atrevía a hacerlo, no quería sufrir más de lo que estaba sufriendo.

Decido llamar a mi amiga, Janeth, y tener algo de apoyo con la situación.

—Vonne, ¿cómo estás?— Pregunta abrazándome.

—Sebastian no recuerda nada de mí.— Le contesto mirando al piso.

—Pero... ¿volverá a recordar, cierto?

—Tal vez, en mucho tiempo... pero no sé si es en meses o en años.— Respondo triste.

—Entonces ¿qué harás con... con el bebé?— Pregunta cuidadosamente.

—No sé, Jane, no puedo simplemente decirle que estoy embarazada y que por obra de magia recuerde todo lo que vivimos juntos.— Digo.

—Lo sé, pero debe haber alguna forma para decírselo.

—No se lo diré, Jane. Creo que no lo voy a tener.— Respondo dudosamente.

—¿Estás segura?— Pregunta con tristeza en su rostro.

—No, es decir... sólo quiero a Seb de vuelta.— Pido.

—Vonne, él recordará todo en algún momento, tenlo por seguro.

[...]

El doctor había dicho que Sebastian, definitivamente, no recuperaría la memoria. Tan solo recordaba algunos momentos de su niñez, y gran parte de su adolescencia, pero no me recordaba a mí, ni a nuestro compromiso. El rubio reía con su familia mientras ellos le mostraban fotos de su niñez y otras, de los premios y lo grande que era en el deporte, yo me limitaba a observarlos.

En casa me dedique a guardar todo lo que le pudiera recordar a mí; las fotos, mi ropa, etc.
Y cuando solo quedaba el apartamento de Sebastian con sus cosas, le di un último vistazo y me despedí con pesar, dudando sobre si lo que hacía estaba bien o no.

Tomaría un vuelo a Estados Unidos, y no volvería a verlo, esto era definitivo. Sólo éramos mi bebé, mis maletas, y yo en un viaje doloroso.

[...]

Un año después, ya tenía un bebé en brazos, y me encontraba en una situación que no quería afrontar. Debía volver a Alemania, pues mis papás querían conocer a su nieto. El viaje fue cómodo, pero largo a mí parecer, por fin estábamos en casa.

Las puertas de la casa se abren y veo a mis papás esperándome, cuando me ven se acercan para ayudarme con mi equipaje, y observan a Lukas con detenimiento.

—Se parece demasiado a él.— Habla mamá, yo la miro con algo de tristeza.

—Es igual a él.— Corrige papá.

—¿Él... él está bien?— Pregunto.

—Sí, ha recuperado gran parte de sus recuerdos.— Responde mamá, yo me preguntó si me habría recordado a mí.

He oído que su brazo ya se mueve con normalidad, y en el fondo me alegra, tal vez me sienta egoísta por dejarlo solo en ese momento, sin una despedida.

Voy al supermercado por unas cosas para Lukas, pero la presencia de un canino en mis pies me detiene, este mueve la cola desesperadamente, lo observo fijamente.

—¡Bruno! Ven acá.— Grita el qué supongo que es su dueño.

—Bruno...— Me agachó para acariciar al perro, ¿será él?

Cuando siento a la persona detrás de mí me volteo con la esperanza de que no sea, aunque, algo dentro de mí quiere que sí sea quien pienso.

—Lo siento, a veces es algo intenso con las personas.— Me habla en alemán, yo reconozco esos ojos.

—Tiene un bonito nombre.— Le respondo en el mismo idioma, veo como sonríe.

—¿Eres nueva en el pueblo? Nunca te había visto.— Me pregunta, yo aguanto las lágrimas en mis ojos.

—Sí, soy nueva, me llamó Ivonne.— Me presento sonriendo con nostalgia.

—Ivonne... me suena de algo. Yo me llamó sebastian.— Dice ofreciéndome su mano, yo la tomo con mis manos frías y temblorosas, quisiera poder no soltarlo nunca, pero después de unos segundos lo hago.

—Nos vemos entonces, Sebastian.

—Nos vemos, Ivonne.

One Shots || Fórmula 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora