Sebastián. (parte 2)

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Lukas se acomodaba en mi pecho buscando algo de calor, no pude evitar verlo de cerca; era igual a Sebastian. Ese color azul ya empezaba a predominar en sus ojos, y su cabello rubio era visible ante todo el que lo viera, definitivamente, mi bebé no se parecía a mí.

Tomo una manta para cubrirlo y salgo de la casa con él en brazos, viendo a Sebastian al frente de mi puerta con Bruno a sus pies. Habían pasado meses desde que nos habíamos reencontrado, pero aún no había sido capaz de confesarle la verdad, para él, Lukas era mi hijo y hablar de su papá estaba prohibido por mí, ninguno sabía nada de él. Mis padres sabían que había estado viéndome con el rubio, y es que fue imposible no hacerlo, cada vez que nos cruzábamos me traía a casa, hacia esas mínimas cosas que te enamoran y yo no resistí, caí ante él de nuevo.

—Ivy, hola.— Me saluda con las manos entre su chaqueta.

—Hola, Sebastian, hola también para tí Bruno.— El perrito sacude su cola feliz, si había algo que Bruno adoraba era a Lukas, lo juro, cada vez que lo veía saltaba a verlo.

—Te ayudo.— Dice estirando sus brazos, yo le paso a Lukas quien en este momento se encontraba dormido, y verlo en sus brazos fue como una ráfaga de emociones que me provocaban mandar todo al carajo y decirle que lo amaba, que nunca había dejado de hacerlo.

Caminamos por el parque y llegamos a la casa del rubio, era mi primera vez de nuevo en la casa de este, y los recuerdos invadían mi mente.

—Seb, ¿te sientes bien?— Le pregunto cuando lo veo mareado.

—Sí, sí, sólo me duele la cabeza.— Responde y yo no puedo evitar la preocupación.

—¿Tienes medicamentos en casa?—

—Tranquila, ya se me pasó.— Dice frotando mis manos.

—¿Seguro? No me hagas llevarte al hospital.— Le digo con temor en mi voz.

—Seguro, Ivy. Yo nunca te lo había dicho, pero... hace unos meses tuve un accidente en lo que solía ser mi trabajo y eso dejo algunas secuelas en mí.— Me confiesa, yo reprimo mis ganas de llorar.

—¿Qué... qué secuelas?— Le pregunto.

—Olvide algunas cosas, y a veces esos dolores de cabeza se hacen presentes, pero supongo que es normal.— Me responde.

—Lo siento mucho.

Me acomodo con él en el sofá, mientras Lukas duerme plácidamente en la cama del rubio, observo la casa y la veo extraña, no es la misma casa en la que solíamos vivir juntos, todas las cosas permanecen en el mismo lugar en el que las dejé cuando me fui, pareciera que nadie hubiera movido las cosas de su lugar nunca.

Sebastián pasa un brazo por detrás de mi cuello en el sofá y me abraza de esa forma, inmediatamente mi cuerpo se tensa, no es que no quiera, solamente tengo miedo de lo que pueda pasar.

—Creo que recordé algo.— Dice mirando al otro lado de la habitación.

—¿Qué cosa?— Le pregunto.

—Yo me iba a casar.— Dice, lo miro fijamente.

—¿Qué?

—Sí, yo me iba a casar, yo tenía una prometida, yo vivía aquí con ella... y ella se parecía a ti.— Dice exaltado levantándose del sofá.

—Seb, cálmate, siéntate.— Le digo.

—¡No! ¿dónde está ella?— Dice tomando mis manos con desesperación.

—No lo sé.— Miento.

—Por favor, dímelo.— Pide, yo me quedo en silencio durante minutos.

Ambos nos miramos fijamente y yo tengo la esperanza de qué el mismo lo recuerde, de no tener que contarle todo lo que vivimos, de no tener que forzarlo a recordar todos nuestros momentos, nuestros encuentros. De repente, Sebastian se sienta en el sofá con pesadez, como si estuviera cansado.

—Seb...

—Eres tú, ¿cierto?— Me pregunta con sus ojos cristalizados.

—Sí.— Le confieso sin poder mirarlo, con miedo de cómo reaccionaría.

—¿Por qué no me lo habías dicho?— Pregunta.

—No podía, los doctores no me lo permitieron.— Le digo.

—¿Y tú única solución fue marcharte?— Pregunta.

—Sí... Sebastian, no podía simplemente obligarte a recordar todo, vivíamos juntos, ¡íbamos a casarnos! y tú no recordabas nada de ello, para todos la mejor solución fue esa.

—Nunca pensaste en como iba a sentirme.— Dice, veo lágrimas caer de sus ojos y los míos empiezan a hacer lo mismo.

—Claro que lo hice, pero los doctores me decían que era muy poco probable que volvieras a recordar eso, teniendo en cuenta que ya no me volverías a ver... pero, no fue así.— Exclamo con los ojos ardiendo.

Sebastian estaba a punto de responder, cuando unos lloriqueos llaman la atención de ambos; Lukas estaba en la habitación llorando, inmediatamente corro hacia él.

Lo veo envuelto en las mantas estirando sus brazos, lo tomo con suavidad en mi pecho y le doy caricias en su espalda, no puedo evitar sentir esos ojos mirándome.

—¿Soy el papá de Lukas?— Pregunta con voz temblorosa.

—Sí.

—¿Lo puedo sostener?— Pregunta dudoso, yo asiento, no podía ser egoísta con su papá, sabía que Lukas lo quería y Sebastian también lo hacía.

Veo a mi hijo poner su cabecita en los hombros de Sebastian y no me puedo sentir más culpable, le arrebate a mi hijo momentos con su papá, y le oculte está gran verdad al rubio, me sentía mal.

—Seb, yo lo siento mucho, nunca pensé en qué pasaría esto.— Le confieso.

—No sé cómo sentirme, necesito tiempo para pensar las cosas.— Me dice, yo asiento.

—Está bien.

...

Cómo cada viernes, Sebastian venía a ver a nuestro bebé, pasaba todo el día con él y no había momento en qué Lukas fuera más feliz, a veces sentía un poco de envidia.

—¿Quieres ir a tomar un café?— Me pregunta el rubio.

—Claro, ¿te parece si dejo a Lukas con mamá?— Le pregunto.

—Sí, no hay problema.

Llegamos a la cafetería, notaba más nervioso de lo normal al rubio.

—¿Pasa algo?— Pregunto.

—Ivonne, quiero casarme contigo.

—¿Qué? ¡Sebastian! No me puedes decir eso así como así.— Lo regaño.

—En serio, me quiero casar contigo, quiero que vuelvas a vivir en nuestra casa, con nuestro hijo.— Me confiesa, yo lo miro sorprendida.

—¿Me estás proponiendo matrimonio?— Le pregunto.

—Sé que no es romántico, ni mucho menos, pero te estoy dando una idea, y espero tu respuesta.— Me dice.

—Yo también me quiero casar contigo.

Sebastian toma mi rostro y, después de tanto tiempo sin probar sus labios, puedo volver a disfrutarlos como lo había soñado.

—Seré el mejor esposo y el mejor papá.— Me dice.

—Ya lo eres, Seb. Y lo siento mucho por no haberte dicho esto, tenía planeado hacerlo en algún momento, pero supongo que ese momento se adelantó.— Le digo sonriendo.

—Ahora sólo importa que estemos juntos, tú, Lukas, y yo.— Me dice acariciando mi mejilla.

One Shots || Fórmula 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora