En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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En la habitación del hotel, el sol apenas se filtraba por las cortinas, iluminando suavemente el espacio. Kim estaba acurrucada contra Rosé, con los brazos firmemente alrededor de su cintura, respirando tranquilamente. La alarma del teléfono de Rosé empezó a sonar, seguida rápidamente por la de Kim, llenando el cuarto de tonos electrónicos.
Rosé se movió ligeramente, tratando de apagar la alarma con la mano que tenía libre, pero Kim, medio dormida, la abrazó más fuerte.
—Cinco minutos más... —murmuró Kim, su voz adormilada y perezosa.
Rosé suspiró, entrelazando sus dedos con los de Kim.
—Kim, cariño, tenemos que levantarnos —dijo suavemente, aunque sabía que era una batalla casi perdida.
A medida que lograba alcanzar su teléfono, vio que tenía múltiples llamadas perdidas y mensajes de Kim Minah. De repente, recordó que hoy era el día de la prueba de ADN. Se volvió hacia Kim, quien aún se aferraba a ella como un koala.
—Kim, tenemos que ir a la prueba de ADN hoy —dijo, intentando sonar más urgente—. No podemos llegar tarde.
Kim frunció el ceño, todavía con los ojos cerrados, y se acurrucó más cerca.
—No quiero levantarme... Es demasiado temprano —protestó, su voz un poco más lúcida pero aún llena de sueño.
Rosé rió suavemente, pasando sus dedos por el cabello de Kim.
—Lo sé, amor. Pero tenemos que hacerlo. Es importante —dijo, inclinándose para besar la frente de Kim.
Kim abrió un ojo y miró a Rosé con una mezcla de somnolencia y determinación.
—Está bien... Pero solo porque tú lo dices —murmuró, finalmente soltando su agarre.
—Vamos, campeona. A levantarse —dijo Rosé en tono juguetón, dándole un golpecito en la nariz.
Kim suspiró profundamente y se sentó, estirándose perezosamente.
—Si insistes... —dijo, con una sonrisa somnolienta.
Rosé rió y comenzó a buscar su ropa. Mientras lo hacía, notó que Kim la observaba con una expresión divertida.
—¿Qué? —preguntó Rosé, arqueando una ceja.
—Nada —dijo Kim con una sonrisa traviesa—. Solo estaba pensando que eres muy hermosa cuando estás concentrada.
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