En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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Jimin maniobró el coche con destreza, asegurándose de estacionar en el lugar exacto frente al edificio de la empresa. El motor del vehículo se apagó suavemente, y durante unos segundos, el silencio llenó el espacio entre ellos. Jimin se tomó un momento para observar a Lisa, su mirada curiosa y ligeramente pensativa mientras ella terminaba de acomodar su bolso en el regazo.
Estaban listos para entrar al edificio, pero en ese instante, Jimin no pudo evitar preguntarse qué pasaba por la mente de Lisa mientras ambos cruzaban una mirada cómplice.
—Oye, Lisa, ¿cómo se llama la tía de Jennie? ¿Y qué tal es? —preguntó Jimin, ajustándose el chaquetón—. ¿Es tan tenebrosa como su mamá, Minah?
Lisa soltó una risa cortante y le dio un codazo juguetón a Jimin.
—Oppa, no seas tan miedoso. —Luego, con una expresión más seria, añadió—: La tía de Jennie se llama Kim Minji. Es una mujer común, no tan imponente como Minah. Es hermana de Minseok, el padre de Jennie. Así que, solo hay que entrar a la recepción y preguntar por ella.
Los dos se dirigieron hacia la entrada de la empresa, un edificio moderno y elegante con un gran vestíbulo de recepción. Al entrar, los guardias de seguridad en la recepción se detuvieron al ver a Jimin y Lisa, que tenían un aspecto algo desaliñado y desafiante.
—¡Alto ahí! —dijo uno de los guardias, levantando una mano y señalando—. ¡Levanten las manos y pónganse contra la pared!
Lisa frunció el ceño y levantó las manos con una expresión de frustración, mientras Jimin, con una sonrisa nerviosa, intentó tomar el control de la situación.
—¡Vamos, chicos! —dijo Jimin con tono amistoso, aunque su sonrisa era algo forzada—. Solo venimos a ver a la tía de Jennie. No necesitamos causar problemas. ¿No podemos hablar de esto civilizadamente?
Los guardias, sin embargo, no parecían impresionados por el intento de amabilidad de Jimin. Lo miraron con seriedad, sin decir una palabra. Jimin, buscando alivio y tratando de desviar la tensión, decidió hacer una broma para romper el hielo.
—¿Sabían que el café aquí es muy bueno? —comentó Jimin, tratando de sonar casual—. Quizás podríamos tomar una taza mientras esperamos. ¿Qué opinan?
—Me parece que no están en el ánimo de bromas —dijo Lisa con enojó, su paciencia comenzando a agotarse.
Jimin, viendo que la situación no estaba mejorando, intentó relajar el ambiente con una sonrisa nerviosa. Pero antes de que pudiera decir algo más, uno de los guardias lo empujó con fuerza, haciéndolo caer al suelo con un golpe seco. El guardia se inclinó hacia él y le dio una patada en el costado.
—¡Deja de hacerte el idiota! —gruñó el guardia—. ¡Deja de hacer tonterías y quédate quieto!
—¡No lo toques idiota! —exclamó Lisa, su voz cargada de indignación—. ¡Dejen de tratarlo así!
