En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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La noche se volvió más oscura y llena de peligro mientras Minah conducía hacia la dirección que Han Jaewon había dado. Rosé estaba sentada a su lado, con la mandíbula apretada y los ojos llenos de determinación.
—Debemos estar preparadas para cualquier cosa —dijo Minah, manteniendo la mirada fija en la carretera.
—Lo sé —respondió Rosé, su voz firme—. No dejaré que le hagan daño a Kim.
Llegaron a un lugar abandonado en el medio de la nada, tal como Jaewon había indicado. Apenas estacionaron el coche, otro vehículo cruzó frente a ellas, bloqueando su camino. Varios hombres salieron rápidamente, rodeándolas.
—Ah, la madre valiente y su amiga —dijo Jaewon, saliendo del coche con una sonrisa cruel—. Bienvenidas a nuestra pequeña reunión.
—¿Dónde está mi hija? —demandó Minah, saliendo del coche y enfrentando a Jaewon con una furia contenida.
—Tranquila, tranquila —dijo Jaewon con un gesto despectivo—. Está cerca, pero antes necesitamos encargarnos de tu amiguita.
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Los hombres de Jaewon se lanzaron hacia Rosé, pero ella estaba lista. Con una agilidad impresionante, se defendió, derribando a uno tras otro con golpes precisos y letales. En pocos minutos, los hombres estaban en el suelo, gimiendo de dolor.
—¡Inútiles! —gritó Jaewon, enfurecido—. ¡Están luchando con una chica!
Señaló a un coche estacionado a lo lejos y uno de sus hombres corrió hacia él, prendiendo fuego al vehículo. Las llamas se elevaron rápidamente, iluminando la noche con un resplandor infernal.
—En ese coche está tu hija —dijo Jaewon, mirando a Minah con una sonrisa sádica—. Cuándo las llamas lo cubran volará en pedazos. Buena suerte tratando de salvarla.
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