En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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El médico miró a Minah con seriedad, sus palabras resonaban en el aire como un golpe directo al corazón. Minah sintió cómo su mundo se desmoronaba ante la devastadora noticia. La idea de perder a Kim era insoportable, pero una realidad cruel que se estaba revelando frente a ella.
—Lo siento mucho, señora Minah, señorita Rosé. Las posibilidades de que Kim sobreviva son muy bajas si no puede respirar por sí misma esta noche. Necesita superar este obstáculo para tener una oportunidad —explicó el médico con compasión, su mirada llena de pesar.
—¡No! ¡No puede ser verdad! —exclamó Rosé, su voz llena de angustia mientras luchaba por contener las lágrimas—. ¡Kim, por favor, no nos dejes!
Minah la rodeó con sus brazos, sintiendo el dolor y la desesperación de Rosé emanando de cada fibra de su ser. —Rosé, tenemos que tener fe. Kim Min es fuerte, y nosotros estaremos aquí para ella. No podemos perder la esperanza.
Rosé se aferró a Minah con desesperación, sus lágrimas empapando su rostro mientras miraba hacia la habitación donde Kim luchaba por su vida. Apoyándose contra el vidrio, sintió como si estuviera separada de Kim por una barrera invisible, incapaz de llegar a ella y ofrecerle el consuelo y el amor que tanto necesitaba en ese momento.
—¡Kim, escúchame! ¡No puedes rendirte! ¡Necesitamos que te aferras a la vida! —gritó Rosé, su voz llena de desesperación y determinación mientras golpeaba el vidrio con el puño cerrado—. ¡Te amo, Kim! ¡Por favor, no nos dejes!
Minah la sostuvo con firmeza, su corazón roto por la impotencia de la situación. Mientras miraba a Kim a través del cristal, una sensación de determinación ardía dentro de ella. No importaba cuán sombrías fueran las probabilidades, no iba a rendirse sin luchar por su hija.
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Entre tanto Minah sostenía a Rosé en sus brazos, sintiendo la desesperación y el miedo de Rosé, escuchó pasos rápidos acercándose. Levantó la vista y vio a su esposo, Minseok, avanzando por el pasillo con una expresión de preocupación y urgencia.
—Minah —dijo Minseok, su voz llena de ansiedad—, acabo de recibir la noticia. ¿Es cierto que la prueba de ADN dio positivo? ¿Esa joven... es nuestra hija?
