En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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El tiempo parecía transcurrir de manera extraña en la cabina, cada segundo una eternidad que amenazaba con consumirlos. Haein, con la adrenalina bombeando por sus venas, decidió buscar algo que pudiera ayudar. Mientras revisaba la chaqueta ensangrentada de Rosé, sus dedos encontraron un objeto familiar: el iPhone de su amiga. Al encenderlo, la pantalla iluminó su rostro, revelando que carecía de señal, pero Haein no iba a rendirse.
Con un susurro casi reverente, comenzó a explorar el dispositivo. La memoria estaba repleta de audios. Haein seleccionó uno al azar y, mientras el sonido comenzó a resonar en el silencio opresivo de la cabina, su corazón se detuvo por un instante.
—Rosé, soy yo, Kim Jisoo... —la voz de Kim era un bálsamo, llena de calidez—. Espero que estés bien. Estoy en el apartamento cuidando todo como prometí. Quiero que sepas que te amo, cada día más. He estado yendo a la universidad, ¡imagina lo orgullosa que te vas a sentir! Estoy trabajando duro para que estés orgullosa de mí.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Haein mientras escuchaba. La imagen de Kim, en su hogar, sonriendo mientras hablaba con Rosé, llenaba su mente.
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—Te necesito, Rosé. No puedo esperar a que regreses y me cuentes todo. Cada rincón del apartamento está lleno de ti... y cada día es un recordatorio de cuánto te amo.
Haein apretó el teléfono contra su pecho, sintiendo el dolor en su corazón. Sin embargo, sabía que tenía que mostrarle eso a Rosé.
—Rosé... —dijo, la voz temblando mientras activaba el siguiente audio—. Escucha.
La voz de Kim volvió a llenar la cabina, vibrante y llena de amor.
—Hoy fui a comprar algunas cosas para el Apartamento. Pensé en hacer tu desayuno favorito. Me encanta cuando sonríes al probarlo. Estoy tratando de hacer todo lo posible para que estés orgullosa de mí. Eres mi razón para vivir, Rosé. Siempre.
Rosé, aunque debilitada, se esforzó por escuchar, su mirada enfocándose en el rostro de Haein.
—Kim... —murmuró, con un hilo de esperanza—. ¿Qué más dice?
