En las bulliciosas calles de Hong Kong, donde los rascacielos se alzaban como gigantes de concreto y acero hacia el cielo, dos destinos se entrelazaron en un giro del destino. Entre el fragor de la vida urbana, donde las luces de neón destellaban co...
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Rosé, con el corazón aún acelerado por la intensidad de los momentos que compartieron, se levantó de la cama mientras Kim dormía profundamente. La luz de la mañana entraba tímidamente por las cortinas, iluminando el rostro sereno de Kim. Rosé se vistió en silencio, tratando de no despertar a su amada. Al buscar sus pertenencias, encontró la identificación de Kim.
Al ver la fecha de nacimiento, se dio cuenta de que Kim tenía apenas 21 años, mientras que ella ya había cumplido 27. Rosé se quedó inmóvil por un momento, sus pensamientos girando en torno a la diferencia de edad. Sentía una mezcla de sorpresa y preocupación. Se preguntaba si esta diferencia de edad podría afectar su relación y si Kim la seguiría amando con la misma intensidad.
Rosé se sonrojó al pensar en las inseguridades que surgían dentro de ella. Se sentó en el borde de la cama, mirando a Kim dormir, su rostro relajado y pacífico. Lentamente, Kim comenzó a despertar, parpadeando mientras se acostumbraba a la luz del día.
—¿Rosé? —murmuró Kim con voz adormilada, estirándose perezosamente.
Rosé sonrió, tratando de ocultar sus preocupaciones.
—Buenos días, amor. ¿Dormiste bien?
Kim asintió, sonriendo mientras se acercaba a Rosé y se acurrucaba a su lado.
—Sí, dormí muy bien. ¿Qué pasa? Pareces preocupada.
Rosé dudó por un momento antes de decidirse a hablar.
—Kim, hay algo que... que he estado pensando. —Tomó una profunda respiración antes de continuar—. Me di cuenta de que hay una diferencia de edad entre nosotras. Tú tienes 21 y yo 27. Y... no sé, me preocupa que eso pueda ser un problema para ti.
Kim se incorporó un poco, mirándola con sorpresa y ternura.
—¿Eso te preocupa? —preguntó Kim suavemente—. Rosé, la edad no es más que un número para mí. Lo que importa es lo que siento por ti, y lo que sé es que te amo. No me importa la diferencia de edad.
Rosé sintió una oleada de alivio, pero todavía había un atisbo de duda en sus ojos.
—¿De verdad crees eso? —preguntó, buscando la sinceridad en los ojos de Kim.
Kim se inclinó hacia Rosé, acariciando suavemente su mejilla.
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