¿Me seguirías amando si...? [Suegiku]

16: Preparatoria.

Nuevo ciclo de preparatoria. Nuevos compañeros y maestros, al igual que nuevos rumores. Todo podía pasar en el segundo año de preparatoria.

Exacto, el segundo año. Había pasado todo un año en la preparatoria y aún no se olvidaba el beso que tuvieron Jouno y Tetcho en secundaria.

En el primer año todos hablaban sobre eso, pero en segundo los únicos que molestaban con lo sucedido era el grupo de Yuan y Shirase. Y sí, desgraciadamente, ellos quedaron en el mismo salón de preparatoria que los cuatro amigos.

Esos cuatro amigos recorrían los pasillos de la escuela mientras buscaban algo interesante que pudieran hacer antes de comenzar las clases.

—¿Ya se enteraron de que Tetcho tiene aún más pretendientes que el año pasado? —preguntó Teruko.

—¿Qué? —el albino mostró confusión en su rostro. ¿Quién se fijaría en alguien como Tetcho? Bueno, él lo hizo, pero ese no era el punto.

—¿Cómo que tengo pretendientes?

—¿Ni siquiera sabías eso? —interrogó Tachihara.

—La verdad, no. Aunque no me interesan —mencionó —. Bueno, tal vez, sólo uno —volteó, discretamente, hacia Jouno.

—¿Y cuál es ese que te interesa? —preguntó Jouno —. No es que me importe, claro.

—Eso es un secreto.

—Empiezo a creer que no es nadie —el albino empezó su caminata rumbo al salón.

—¿Estás celoso? —el castaño se atravesó delante del albino.

—¿Por qué debería? Sólo un idiota se fijaría en tí —lo apartó de un empujón.

—¿Seguro? —colocó su brazo derecho al lado del chico, acorralándolo en la pared.

—Quítate, idiota —lo volvió a empujar.

El castaño hizo lo ordenado, aunque el albino hizo la mayor parte empujándolo. Comenzaron a caminar rumbo a su salón mientras platicaban de otros asuntos.

Jouno era el único que se encontraba callado, pues sólo prestaba atención a los susurros que se hacían presentes en el pasillo. La mayoría de personas muy posiblemente no le tomaría importancia a lo que susurraran por ahí, pero Jouno no era capaz de no hacerle caso a esos extraños susurros.

No sabía porqué, pero sentía que los susurros hablaban de él. No tenía ningún argumento para comprobar eso, ni siquiera se molestaba en tratar de oír con claridad lo que decían, sólo tenía esa impresión.

Y lo odiaba. Odiaba pensar que las posibilidades de que hablaran cosas de él eran muy altas. Aunque, simplemente, no había una razón para que hicieran eso, pero el de mechas rojas no podía hacer a un lado ese pensamiento de su cabeza.