Tetcho y Jouno son mejores amigos desde preescolar. Todo cambia cuando entran a la secundaria, pues empiezan a darse cuenta de que sienten atracción por el otro, pero prefieren quedarse callados para no arruinar su amistad. Es hasta la preparatoria...
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—¿En serio tengo que ir?
El pequeño albino iba tomado de la mano con su madre, rumbo a la casa del azabache.
Una emergencia de trabajo le había surgido a Ren, provocando que no tuviera donde dejar a su hijo, pues su padre se encontraba tomando con sus amigos.
Con todo eso, pensó que Karen era la mejor opción para cuidarlo, la conocía desde hace tiempo, así que le tenía confianza.
—Sí, cariño. Entiende que no te puedo dejar solo, y mucho menos si tu padre puede llegar borracho a la casa...
Jouno aún no entendía al completo esa situación, sólo sabía que era mejor alejarse de su padre cuando éste salía a tomar.
Era un tema complicado de entender a su edad, también era muy temprano para sufrir esos problemas en su hogar. Tenía sólo cinco años, no podía entender muy bien el mundo a su alrededor.
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron a la casa del pequeño azabache, el albino aún se quejaba, si no podía aguantar al chico unos momentos en la escuela, ¿cómo le haría para soportarlo todo un día?
—Muchas gracias por cuidarlo —agradeció Ren, quien aún seguía tomada de la mano de su hijo.
—No hay de que, cuando quieras.
La mayor intentó soltar al pequeño, pero no lo consiguió, este mismo se ocultaba detrás de su madre para evitar que lo vean, solía ser tímido.
Fue hasta que Tetcho salió a ver con quien hablaba su madre, encontrándose con el chico. Cuando lo vió, sus ojos se iluminaron de alegría, fué corriendo hacia el pequeño para tomarlo de la mano y llevarlo al interior de su casa.
—¡Sí viniste! —tomó ambas manos de su amigo —. Tengo muchas cosas que podemos hacer.
—Bueno, vuelvo al rato por él —habló Ren —. Nos vemos, pórtate bien —se despidió.
Karen cerró la puerta mientras que Tetcho se llevó a Jouno a su habitación. El cuarto era de un color rojo con diseños color negro, era lindo, pero, lamentablemente, el albino no lo podía ver.
El pequeño azabache se lanzó a su cama, dándole señal al contrario de que podía sentarse. El albino hizo caso, aunque tardó debido a que no se sentía tan cómodo, estar en casa ajena dá muchos nervios.
—¿Quieres que te muestre mi colección de peluches? —preguntó, el albino quedó con un rostro que decía «¿qué parte de soy ciego no entiendes?», fué ahí cuando reaccionó a lo que dijo —. Ah, cierto... ¿Qué tal... —buscó algo a su alrededor —... jugar con la pelota? —agarró una de plástico y la alzó.
—Está bien... ¿Cómo se juega?
—No hay una regla definida... Podemos sólo pasarnos la pelota, ¿te parece? —propuso.
El contrario accedió. Ambos se dirigieron a una esquina de la habitación y empezaron a lanzarse la pelota. Había momentos en los que, por accidente, Tetcho le lanzaba el objeto al rostro de su amigo, así que el contrario también le lanzaba a su rostro por "accidente".
Después de unos minutos de juego, llegó la hora de la comida, así que tuvieron que abandonar la pequeña pelea que estaban teniendo con aquel objeto de plástico, pues se pasaban devolviendo los golpes que el otro le daba.
Cuando acabaron de comer, decidieron jugar en la sala con los muñecos de Tetcho. El azabache jugaba felizmente, mientras que el albino creaba caos por todos lados, pero era entendible en un niño como él.
Pasaron toda la tarde jugando, hasta que Jouno se quedó dormido. Ren pasó por él, tuvo que llevarlo cargando, ya que no quería despertar a su pequeño.
Tetcho se quiso despedir del chico, le dió unas caricias en la cabeza y le susurró: