¿Me seguirías amando si...? [Suegiku]

17: El anuncio de Shirase.

Era su "diario" lo que tenía el chico en sus manos. Era obvio que no planeaba nada bueno con eso.

—Dame eso.

El albino se levantó de su lugar y caminó directo al escritorio, intentando quitarle la libreta al chico. Este, al notar las intenciones del albino, lo detuvo y alejó el objeto de su alcance.

—¿O qué? Estoy seguro de que todos quieren escuchar esto... —dirigió su vista hacia Tetcho —. Incluso tú, Tetcho. Esto es algo que debes oír y saber...

—¡Tú no vas a decir nada! —se subió al escritorio, pero no logró alcanzar la libreta.

Shirase lanzó el objeto hacia Yuan, quien lo atrapó y, al notar que Jouno quiso quitárselo, volvió a lanzarlo hacia el chico.

Así estuvieron hasta que la chica sujetó a Jouno para que el chico pudiera revelar delante de todo el salón lo que había encontrado en esa libreta.

—Bueno, creo que todos lo quieren escuchar... —abrió la libreta para buscar la hoja —. Al parecer, cierto chico está enamorado...

—¡Cállate! No es cier- —fue callado por la mano de Yuan tapando su boca.

—Sólo dilo, Shirase —mencionó la pelirrosa.

—Bien... —se acomodó en el escritorio —. Jouno está enamorado... Y es de tí, Tetcho.

—¿Qué? —preguntó el castaño, sorprendido por lo dicho.

—Sí. Puedes verlo aquí —le lanzó la libreta para que lo comprobara.

Mientras el azabache tomaba el objeto, el de mechas rojas logró zafarse de Yuan y corrió hacia Shirase, teniendo esperanza de poder alcanzar la libreta.

Pero fue tarde, Tetcho ya había leído lo escrito, al igual que toda la clase que se formaba en grupos para leer lo escrito.

Jouno sintió la mirada del de ojos ámbar sobre él, además de todos los susurros presentes en el aula. Empezó a sentir que le faltaba la respiración, hasta sintió que estaba a punto de desmayarse. Sintió sus piernas y manos empezaban a temblar, además de sentir una presión en su pecho.

Se hizo para atrás, como si así pudiera escapar de los susurros en ese lugar. Sus piernas ya no reaccionaban. Su cabeza daba vueltas y sintió una especie de pánico.

Con todas sus fuerzas, consiguió caminar rumbo al castaño y arrebatarle la libreta para después tomar su mochila y salir corriendo de ahí.

—¡Jouno!

Escuchó a Teruko llamándolo, pero no reaccionó. Sólo quería salir de ahí. Corrió por los pasillos mientras las lágrimas caían de sus ojos. Llegó a unos casilleros de hasta el fondo de la escuela, se apoyó en ellos y se dejó caer al suelo para pegar sus piernas a su pecho y abrazarlas para hundir su cabeza en sus rodillas.