23: Castigado.

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Ya habían pasado unos pocos minutos después de la terrible escena de Jouno y su padre, y Ren aún llevaba a cabo su plan

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Ya habían pasado unos pocos minutos después de la terrible escena de Jouno y su padre, y Ren aún llevaba a cabo su plan.

Tenía unas pastillas que, al disolverlas en agua caliente, provocaban que el consumidor se quedara dormido en cuestión de pocos minutos. Sólo tenía que hacer que su esposo tomara el té que el estaba preparando, así podría acercarse a su hijo sin que el hombre se entere.

Sirvió el agua en un vaso y, sin que él la viera, echó las pastillas dentro de la mezcla.

—¿Quieres un té, cielo? —preguntó, llevando dos vasos hacia la sala.

El hombre sólo asintió, tomando el vaso que Ren le ofreció, sin ninguna sospecha. La mayor se sentó en un sillón al lado del hombre, revolviendo el otro vaso que no tenía nada.

—¿Qué vamos a hacer con ese mocoso? —preguntó el padre, dándole un sorbo al té.

—Yo digo que hay que dejarlo, ¿no crees? Digo, imagínate que algún vecino se dé cuenta de que lo golpeas... —mencionó.

—¿Estás loca? Yo opino que debemos llevarlo a un internado, para que le quiten lo gay —opinó, dando otro sorbo a su bebida.

—¿No van a preguntar qué pasó con él?

—No me importa lo que se pregunten, sólo quiero que ese niño no salga gay.

Se quedaron callados unos segundos, hasta que un tipo de malestar se hizo presente en el hombre. Ren tomó su té, disimulando para que no se notara que estaba atenta a las reacciones de su marido.

—Agh... Creo que este té tiene algo... —comentó, algo mareado.

—¿Tú crees? —tomó su vaso con ambas manos y volvió a tomar la bebida, ocultando una pequeña sonrisa que se formó en su rostro, cruzando sus piernas una sobre otra.

—Sí...

Fué cuestión de segundos para que el hombre cayera dormido profundamente. Ren, al lograr su cometido, dejó su vaso en la mesa y subió las escaleras para buscar un botiquín en el baño y dirigirse al cuarto de su hijo.

Abrió la puerta, observando que Jouno se había movido, sólo que se encontraba hecho bolita en una de las esquinas de su cuarto.

—¿Cariño? —lo llamó su madre —. Ya llegué —informó, acercándose a su hijo.

—¿Soy una decepción, verdad? —preguntó, con lágrimas en los ojos, el albino.

—¿Qué? Claro que no —la mayor lo tomó para ayudarlo a sentarse en la cama —. Nunca vas a ser una decepción.

—P-pero él me dijo...

—No importa lo que ese hombre diga —sacó alcohol del botiquín, junto con algunas vendas —. Es algo normal. Mientras haya amor, el género no importa, cariño —echó alcohol en un algodón y lo pasó por el rostro del albino.

¿Me seguirías amando si...? [Suegiku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora