1: Preescolar.

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El primer día de preescolar, todos los niños pequeños se encontraban nerviosos, pues el primer día de clases siempre es el más emocionante

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El primer día de preescolar, todos los
niños pequeños se encontraban nerviosos, pues el primer día de clases siempre es el más emocionante.

Entre esos niños, se encontraba un pequeño albino con puntas rojas. Parecía ser un niño bien portado y asustadiso por su actitud; pues se hacía pequeño en su lugar por la gran cantidad de gente, pero resultaba ser uno de los típicos niños malhumorados con el resto.

Por otro lado, había un chico castaño oscuro de ojos ámbar. Se veía como un niño bastante sociable y amigable. No había ningún rastro de nerviosismo en su rostro, pues parecía estar acostumbrado a la gente.

Los padres dejaron a sus hijos en sus salones correspondientes y se marcharon, dejando a los niños a cargo de sus maestros o maestras.

—Muy bien, niños, vamos a empezar —habló la maestra del grupo donde se encontraban los dos pequeños —. Voy a empezar presentándome. Mi nombre es Kouyo, y seré su maestra de preescolar. ¿Quién quiere presentarse ahora?

Un chico castaño levantó la mano. Todos voltearon a ver al de ojos ámbar.

—Mi nombre es Tetcho. Me gusta la justicia y combinar las comidas del mismo color —mencionó.

—Bien, Tetcho. ¿Quién más? —al ver que nadie se animaba, dirigió su vista hacia un chico albino —. El del fondo, ¿cómo te llamas?

El pequeño se sobresaltó, pareció no haber estado prestando mucha atención por su sobresalto.

—Este... —pensó unos momentos que decir —. Mi nombre es Jouno... —dijo con tono tímido.

—Muy bien, Jouno. ¿Alguien má-?

—¡Yo! —exclamó una chica pelirroja, levantándose de su lugar —. Mi nombre es Teruko. Me gusta molestar a los demás y socializar.

—Yo también quiero —habló un chico pelirrojo al otro lado del salón —. Me llamo Tachihara. Y espero poder ser su amigo.

Los niños siguieron presentándose, mientras Kouyo observaba el comportamiento de cada uno para asignarles un lugar.

Las mesitas del salón eran para cuatro personas, así que trataba de ver quienes encajarían en cada una, pues una de sus metas es que los niños logren hacer amigos.

—Vamos a asignarles sus lugares.

La mayor les empezó a asignar las mesitas a los pequeños. Por cosas del destino, el albino, el castaño y los pelirrojos quedaron en la misma mesa. Se podía ver quienes eran más relajosos y quienes más tranquilos.

Después de acomodar a los niños, la clase empezó de una vez. Como eran niños de preescolar, les enseñaban los números, los colores, algunos juegos, a colorear, entre otras cosas.

La maestra empezó a repartir dibujos entre los pequeños y a dejar botes de colores y crayones en las mesitas.

Los niños comenzaron a colorear. Era fácil, era sólo tener que pintar un paisaje. Aunque no era tan fácil para el albino, quien sufría la discapacidad de no poder ver, es decir, era ciego.

Eso hacía que no supiera diferenciar los colores, pero le daba pena preguntar el color, no quería recibir burlas por su condición. Al parecer, el castaño a su lado notó lo complicado que era para el de mechas rojas, así que decidió ayudarlo.

—Toma —le acercó un crayon —. Es para el monte. Es el color verde.

El niño no sabía si tomarlo o no. No quería recibir ayuda, él podía solo. Pero terminó aceptando el color, pues no tenía otra opción si quería terminar de colorear.

—¿Me pueden pasar el azul? —preguntó la única chica de la mesa —. Oye, tú, el de cabello blanco. ¿Puedes pasarme el azul? Lo tienes cerca tuyo.

El pequeño no sabía que decir, pues había muchos colores enfrente de él, haciendo que no sepa reconocer ninguno. Tenía miedo de agarrar uno y equivocarse, así que decidió no hacerle caso.

—Puedes agarrarlo tu misma —le dijo, sin dejar de colorear.

—Pero no lo alcanzo —se quejó.

—Ese ya es tu problema.

La niña hizo un pequeño puchero, que quitó cuando el pelirrojo le pasó el color que pedía.

—Aquí tienes —le entregó el crayon, con una sonrisa en su rostro.

—Gracias. ¿Ves? No era tan difícil hacer eso —empezó a colorear el cielo de su dibujo.

Si lo era para él...

Intentó no prestarle atención a ese detalle, no quería decir nada al respecto. Intentaba hacerse el tonto con el único color que tenía en sus manos, pues no quería pedir uno para que la pelirroja le devuelva lo que él le hizo.

El de ojos ámbar volvió a notar lo perdido que estaba el contrario, así que agarró un color para ayudarlo a colorear una pequeña casita que había en él.

—¡¿Qué haces?! —preguntó, alejándole la hoja.

—Te quiero ayudar.

—No necesito tu ayuda.

—Si no la necesitas, ¿por qué te quedas como si no supieras que hacer?  —se cruzó de brazos.

El más bajo se quedó sin argumentos para defenderse, pues no quería confesar el porqué actuaba así. Mientras tanto, los otros dos niños en la mesa se quedaron viendo la plática entre los otros dos.

El timbre para el receso sonó, haciendo que el albino soltara un suspiro de alivio. Ese si fue el verdadero: salvado por la campana.

◇✦♡「 𝙲𝙾𝙽𝚃𝙸𝙽𝚄𝙰𝚁𝙰́ 」♡✦◇

Hello. Sí, les traigo otra historia, se nota que me gusta llenarme de historias pendientes.

Espero y disfruten la historia con el paso de los capítulos.

Siguiente capítulo: 18 de julio, no se olviden. Eso es todo, bye.

¿Me seguirías amando si...? [Suegiku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora