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Capítulo 11

Pero Zahir, ignorante y probablemente incapaz de imaginar la existencia del niño, naturalmente cuestionó el final de su declaración.

—¿Qué significa eso?

Cesare cerró los ojos sin responder durante un rato. Zahir lo esperó pacientemente, incluso bajo el sol abrasador, a que volviera a hablar.

Mientras el silencio se prolongaba, Cesare suspiró profundamente. Parecía decidido a no dar marcha atrás hasta obtener una respuesta, y a pesar de ser ignorado una y otra vez, su terquedad era en cierto modo admirable.

Aunque Cesare sabía mejor que nadie que Zahir era el tipo de persona que se quedaría ahí parado para siempre hasta que le dijera algo, no podía escupir la verdad así sin más. Así que decidió ponerlo a prueba con una burla:

—Bueno, no me siento lo suficientemente generoso como para darte una explicación. ¿Qué tal si lo averiguas por ti mismo y lo resuelves en un mes? Siempre pretendiste ser un sabelotodo, ¿no?

—¿Se supone que eso es alguna especie de acertijo?

—También hay una recompensa.

Ante la mención de una recompensa, Zahir le miró con suspicacia. Era comprensible, ya que la sola idea de que Cesare ofreciera una recompensa era dudosa, por no decir desconocida. Pero Cesare se rió entre dientes de su aprensión, demasiado obvia.

—¿Qué, nunca te han tentado antes?

—Sí, hoy es la primera vez.

—Entonces ríndete y regresa a tu país.

—No, no puedo hacer eso. ¿Tienes idea de lo que he pasado para llegar hasta aquí? Te vas a casar conmigo, Cesare. Hablo muy en serio. Resolveré tu acertijo también.

Mientras hablaba, Zahir apretaba los puños con determinación. Cesare, mirando al hombre que tenía delante, lleno de insensata pasión, hizo un gesto despectivo con la mano, lleno de fastidio.

—Si terminaste, sal de mi vista. Es mi tiempo de descanso. He tenido bastante paciencia para no echarte a ti y los dolores de cabeza que me has traído.

En cuanto terminó de hablar, Cesare cerró los ojos. Por suerte, Zahir pareció captar la indirecta y retrocedió sin decir una palabra más.

El sonido de los pasos sobre la arena se desvaneció. Con el sonido de las olas como música de fondo, Cesare estaba a punto de dormirse. Pero sintió un malestar familiar, similar al que sentía cuando innumerables paparazzis le seguían.

Entonces, al girarse para mirar hacia atrás, se encontró inesperadamente cara a cara con Zahir, que al parecer se había sentado justo detrás de él, añadiendo un toque absurdo a su silencioso encuentro.

Molesto, Cesare se quitó las gafas de sol y le miró en silencio. Zahir, que parecía culpable, miró a su alrededor antes de intentar justificarse.

—Me perdí de tu vista, como pediste. Ahora estoy detrás de ti.

Era evidente que este hombre, Zahir, estaba en otro nivel en cuanto al grado de "idiotez."

***

Tic-tac, tic-tac.

El sonido del segundero de un reloj resonó en la silenciosa casa, inusualmente audible cerca de la medianoche.

Zahir estaba sentado con los ojos muy abiertos en el salón de Cesare. La pantalla de su teléfono brillaba débilmente, mostrando una cascada de temas que se habían estado difundiendo desde alrededor del mediodía:

Etapa Crítica (ABO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora