Capítulo 13
—Uf... Definitivamente engordaré si sigo comiendo así.
Era sólo pan y leche; engordar sería absurdo. Pero Zahir le engatusó, asumiendo que, después de todo, lo bueno es bueno.
—Te verías bien aunque engordaras un poco. ¿Además no era que cancelaste tu agenda? No tienes que preocuparte por hacer dieta mientras esté cancelada.
—¿Eh, fuiste tú quien movió los hilos con Rizzo para que mi agenda se despejara inmediatamente? ¿Le convenciste prometiéndole una compensación diez veces mayor?
—¿Cómo lo supiste?
—Rizzo es de los que me pone delante de las cámaras, ya sea que sufra o no, y al fin y al cabo, meterse en asuntos tan inútiles es exactamente lo que tú harías.
Por extraño que parezca, el razonamiento deductivo de Cesare sólo era agudo cuando se discutían asuntos como este. Por otro lado Zahir se rió sin sentir un ápice de culpa.
—¿No es obvio? Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer para pasar un buen rato con Cesare Caruso.
—Bueno, pronto te darás cuenta de lo aburrida que es esta casa.
Cesare frustró la fantasía de Zahir y dio un mordisco a la tostada untada con mantequilla de maní. Sintiendo la tremenda cantidad de grasa y calorías que le estaba inyectando a su cuerpo, pero aun así masticó de buena gana. Fue cuando se llevó la leche caliente a los labios cuando sucedió:
El olor de la leche le golpeó y algo surgió de su interior. Una inesperada oleada de náuseas golpeó a Cesare, quien no pudo evitar taparse la boca.
En ese momento, perdió el agarre de el vaso que tenía en la mano, el cual cayó al suelo, haciéndose añicos.
¡CLINK!
El sonido resonó violentamente y Zahir, sobresaltado, saltó de la silla sorprendido.
—¡Cesare! ¿Qué te pasa? ¿Qué ocurre?
Con el penetrante olor a leche entrando en sus fosas nasales, Cesare no pudo contener otra arcada, gimiendo ruidosamente.
«¡Maldita sea el hedor de esta leche!»
Fue una crisis, seguro, pero aquel olor rancio era tan abrumador que Cesare no podía ni siquiera empezar a contemplar la idea de ocultar lo que fuera que le estuviera pasando.
Al final, salió corriendo hacia el cuarto de baño sin un segundo de respiro. Y sin posibilidad de comprobar si no había moros en la costa, Cesare ni siquiera cerró la puerta; se dirigió al retrete, golpeándose el pecho con un gemido de miseria. Pero todo fue en vano, sólo babas y ningún alivio.
Zahir, consumido por la ansiedad, se acercó rápidamente y se paró junto a Cesare. Entonces una expresión de profunda preocupación apareció en su rostro cuando fijó su mirada en él, cuyos ojos, al encontrarse con los de Zahir, temblaron de inestabilidad.
—¿Cesare...? ¿Estás bien?
No, estaba lejos de estar bien.
Se le revolvían las tripas. Nunca había tenido una reacción semejante ante el simple olor de la comida; era desconcertante. Diablos, ni siquiera había considerado la posibilidad de estar embarazado en su vida... Sinceramente, no tenía ni idea de cómo manejar este tipo de situación, dada su total ignorancia sobre el tema.
Pensaba Cesare, mirando a Zahir.
«¿Podría realmente mantener esto en secreto?»
Pensó nuevamente, intentando calmar su corazón desbocado, respirando profunda y secretamente. Pero la intensa mirada de Zahir lo ponía cada vez más nervioso. Aquellas pupilas negras que no parpadeaban, observándole en silencio, le hacían sentir que se asfixiaba.

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Etapa Crítica (ABO)
PoetryEl galán internacional Cesare Caruso esconde un secreto: es un Omega dominante. Un día, su calor lo golpea inesperadamente en un baile de máscaras y se ve arrastrado a un apasionado encuentro con un misterioso Alfa. Cesare se consuela al saber que l...