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Capítulo 23


Zahir asintió ante la exigencia de claridad de Cesare.

—No quiero, nunca, que seas infeliz, Cesare. Si me dejas... el bebé...

Zahir se detuvo a mitad de la frase, con su rostro sonrojado. El final era fácilmente predecible. Diría algo como: "Si me dejas, también quiero hacer feliz al bebé." Era obvio que su imaginación no era muy amplia.

Con sólo mirarlo, Cesare se dio cuenta una vez más de lo diferente que era de él mismo: tan inocente, tan simple. Era el polo opuesto de su propio ego retorcido, complicado y, a menudo, sarcástico, el cual tenía una habilidad especial para complicarlo todo.

Y la verdad es que a Cesare no le había gustado mucho ese aspecto de Zahir anteriormente, razón por la cual lo trataba con tanta dureza y a veces de manera injusta.

—Tú... ¿supongo que creciste siendo amado por todos? —Preguntó Cesare mientras se levantaba suavemente fuera de la bañera. Los ojos de Zahir se abrieron de par en par cuando vio la elegante parte superior del cuerpo de Cesare emerger  repentinamente del agua.

—¿Eh?

Luego se asustó cuando Cesare lo agarró por los hombros y le dio un suave empujón, pero le obedeció. Y mientras, cuando estaba apoyaba contra la pared opuesta de la bañera, Cesare lo presionó en voz baja:

—Pero hay algunas personas que no tienen las cosas que tú das por sentadas... Por eso siempre te he odiado a muerte, así, tan inocente... tan... brillante. ¿Por qué? Porque tu misma existencia parecía demostrarlo: lo poco amado que era.

Cesare hizo una pausa y luego movió la mano que había presionado su hombro para acariciar el cuello de Zahir.
Luego, antes de que el otro hombre pudiera reconocer los matices eróticos, Cesare acercó sus labios a los de Zahir en un beso apasionado.

—Pero eso no significa que te odiara como persona, Zahir.

Y cuando las feromonas omegas volvieron a salir, Zahir, quién había estado relajándose lánguidamente, respondió con sensibilidad:

—Ces... Cesare.

—En aquel entonces, me seguías como un cachorro; y sí, era molesto. Pero, está bien, a veces pensaba que era lindo. Pero ahora, ¿vienes diciendo que eres un alfa?

Cuando Cesare hizo esta afirmación más bien como una pregunta retórica, trazó una línea firme con sus labios, curvándolos ligeramente en los extremos en una sonrisa atractiva, y dejándo escapar una voz lánguida a través de sus labios rojos.

—El mismo tipo que solía llorar delante de mí... como un bebé.

Cuando Cesare terminó de hablar, Zahir guardó un breve silencio. Sin embargo, siempre muy en sintonía con Cesare, comprendió rápidamente la situación y planteó una pregunta bastante inteligente:

—Entonces, ¿eso te atrae?

En respuesta, Cesare agarró con fuerza la nuca de Zahir, sintiendo el vivo pulso palpitar bajo su mano. La sensación de este pulso recorriendo su cuerpo le produjo una considerable satisfacción. Le dolía el trasero y tenía las piernas débiles por el intenso sexo que acababa de tener, pero a Cesare no le importaba en absoluto.

Si pudiera volver a hacer suyo el aroma de Zahir.

Con ese pensamiento, Cesare derramó sus feromonas omegas sobre el Alfa.

—De hecho, lo hace bastante atractivo. Libera tus
feromonas, ahora.

Con un clic, se presionó un botón y una cascada de agua caliente cayó sobre sus cabezas. Luego, Zahir jadeó cuando el agua y las feromonas de Cesare lo golpearon como un bombardeo inesperado:

Etapa Crítica (ABO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora