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Capítulo 18



«¿Había perdido la cabeza?»

Eso fue lo primero que pensó Cesare.

Impulsado por este pensamiento, Cesare aceleró el paso hacia la figura. En un breve instante que el secretario, a su lado, no percibió, dio una patada a la cabeza de la tumbona, y de repente un grito espantoso brotó de ella:

—¡Caramba!

Zahir se tambaleó en la tumbona como si fuera a caer hacia delante, debido a la repentina acción de Cesare.

—¡Su Alteza!

El secretario, sobresaltado, se apresuró a sostener a su príncipe, quien estuvo a punto de caerse de bruces. Al darse cuenta tarde de la situación, Zahir se volteó con los ojos muy abiertos, y vio a Cesare con el ceño fruncido. Su gerente siempre le insistía en que no frunciera el ceño para evitar las arrugas, también le recordaba que se pusiera gafas de sol, pero, ¿cuántas veces había ignorado ese consejo el día de hoy?

(N/T: De bruces - de modo o en posición tal que la cara o frente, normalmente dirigidas hacia adelante, quedan mirando hacia abajo)

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—¿Uh, Cesare?

Zahir, que aún no había comprendido del todo la situación, no respondió adecuadamente. Cesare, reafirmando que Zahir estaba efectivamente agarrado al cojín de su sofá, suspiró profundamente.

—¿Perdiste la cabeza por venir a la playa bajo la lluvia? ¿Y por qué traes el cojín de MÍ sofá?

—Ah... bueno, eso es...

Zahir parecía no haber previsto que Cesare llegaría hasta aquí. Trastabillando con sus palabras y apretando aún más el vergonzoso cojín, respondió:

—Me gusta ver la lluvia.

«Del desierto, ¿en serio?»

Ese pensamiento cruzó la mente de Cesare, pero decidió dejarlo pasar. Al fin y al cabo, ver a un príncipe rico de una nación rica en petróleo sentado en una tumbona con mal tiempo era demasiado lamentable como para reñirle. Era un nivel de abandono que le quitaba toda la energía.

Luego Zahir consiguió callar por completo a Cesare con su siguiente pregunta:

—¿Por qué viniste aquí?

«Pensé que te alegrarías de verme, pero no fue así.»

Cesare sintió una punzada de inquietud ante la pregunta de Zahir, que parecía llevar implícita una pizca de cautela.

—¿...Qué quieres decir?

—Dices que no soportas verme. Estaba dispuesto a callarme y alejarme, pero eres tú quien me da aperturas.

—Porque estás merodeando, siendo una molestia.

Esa fue la réplica de Cesare, pero Zahir señaló deliberadamente hacia la ventana de la habitación de este, de donde había venido.

—Tu habitación está bastante lejos de aquí, ¿no?

Desde aquí, la ventana de la habitación de Cesare no parecía más grande que el puño de un niño: una clara exageración describirla como "justo delante de él."

El silencio reinó entre los dos, o mejor dicho, entre los tres, teniendo en cuenta al secretario quien también estaba presente en forma de sombra de Cesare. Las gotas de lluvia interrumpieron el silencio, creando ruidos esporádicos, pero la voz de Zahir se oyó con claridad:

Etapa Crítica (ABO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora