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Capítulo 05

Su casa se encontraba en su propia playa privada, y el sonido de las olas rompiendo se extendía por toda la casa. Por primera vez en muchas semanas, Cesare abrió la ventana del balcón y disfrutó del sol de la mañana.

Cuando regresó a casa, eran más de las tres de la madrugada, por lo que apenas había dormido durante más de seis horas, pero sus ojos estaban más claros que nunca.

Apoyándose en la barandilla del balcón, Cesare relajó los brazos cruzados y se miró el abdomen.

Todavía no podía creerlo. Estaba embarazado sin ningún signo de ello.

Para ser honesto, se sorprendió tanto al escuchar la noticia que pensó seriamente que la doctora solo le estaba haciendo una broma de mal gusto. Sólo más tarde se dio cuenta de que no había ninguna razón para que ella le mintiera.

Ding dong, ding dong...

No sabía cuánto tiempo había estado perdido en sus pensamientos cuando el largo sonido del timbre resonó varias veces por toda la casa. Sólo entonces Cesare se apartó de la barandilla trás percibir tardíamente el ruido y cruzó el increíblemente espacioso salón con pasos largos y elegantes.

Después de un rato, Cesare llegó al videoportero, revisó al visitante y procedió a abrir la puerta principal. Al abrirse la puerta se vio acercarse una limusina negra por el lejano sendero del jardín.

Poco después, un rostro emergió del vehículo detenido. Gritando con una sonrisa aparentemente inocente y los brazos abiertos, el visitante exclamó:

—¡Ha pasado un tiempo, Mio Dio! ¡Te extrañé!

(N/T: Mio Dio - Dios mío)

Rizzo, el invitado de Cesare, se acercó a él con su distintivo cabello negro rizado alborotado por la brisa marina. Al observar el comportamiento exageradamente alegre de Rizzo, Cesare sintió un fugaz arrepentimiento por haberlo invitado. Sin embargo, reprimió esos sentimientos y saludó a Rizzo compartiendo un ligero abrazo y saludándose mejilla con mejilla.

Cesare le hizo una señal para que entrara. Su tono cortante, como si desconfiara de los visitantes, decía:

—Ha pasado mucho tiempo, Rizzo. ¿Cómo has estado?

Fingiendo estar ofendido, Rizzo hizo un puchero. —Cesare, siempre eres tan rígido. ¿Por qué estás así?

—Bueno, no tengo motivos para complacerte. Por favor, entra. ¿Supongo que dejaste a tu abogado como prometiste?

Mientras hablaba, Cesare echó un rápido vistazo al costado de Rizzo. El corpulento asistente de Rizzo, con gafas de sol oscuras, asintió en silencio. Al no ver a otras personas a su alrededor, Cesare sintió una momentánea sensación de alivio. Mientras tanto, fiel a su estilo, Rizzo mostró su generosidad de manera ostentosa.

—Normalmente me abstengo de reunirme con mis talentos sin un abogado presente, pero hice una excepción contigo, Cesare. Deberías saberlo.

En realidad, Rizzo era un hombre increíblemente meticuloso de lo que muchos esperarían que fuera. Nunca se sentaría con nadie relacionado a través un contrato sin que su dedicado abogado lo represente.

Sin embargo, en este momento, Cesare se sintió aliviado porque esa meticulosidad se había roto. Incluso si fue una bravuconería lograda mediante la amenaza de romper el contrato en caso de que un abogado estuviera involucrado...

Aún así, Cesare replicó descaradamente:

—Considerando la riqueza que te he traído, creo que es de esperarse.

Etapa Crítica (ABO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora